Opeth – Groove (18-07-2015)

Flyer-800x12001-683x1024Los suecos Opeth son una eminencia en el mundo del metal progresivo. Este rótulo de todas formas es meramente una formalidad ya que a lo largo de su carrera han variado bastante su sonido, abordando este género desde el death metal como en sus primeros discos o desde el rock más setentoso en sus últimas producciones, donde dejaron por completo de lado las voces guturales pero manteniendo su magia característica. Tras haberse presentado en nuestro país en 2009 en The End y en 2012 en Teatro Flores, en esta ocasión el Pale Communion Tour los trajo a Groove. Desde temprano el local de la Avenida Santa Fe se fue llenando, demostrando una vez más la convocatoria que tienen por estos lares.

La primera banda invitada de la noche fueron los experimentados Presto Vivace, quienes ya habían tocado junto a Opeth en su anterior visita. Lamentablemente el sonido no les jugó una buena pasada, ya que si bien el virtuosismo del bajista Marcelo Pérez Schneider se lucía en todo su esplendor, opacaba enormemente a los demás instrumentos. Al menos desde mi ubicación, nunca escuché la guitarra, y la batería y la voz se oían muy atrás. Una lástima no haber podido apreciar el show satisfactoriamente.

Luego subió a escena Arthois, la banda ganadora del concurso propuesto por Icarus para elegir la banda soporte. La elección del grupo de death melódico de zona sur fue influenciada por el amplio alcance y difusión que tuvo su disco debut Ideas Difíciles (2014), del que hicieron canciones como “Ahogando penas en alcohol” y “No necesito más”. Para entonces, el sonido fue un poco mejor y se fue afianzando con el correr de las canciones. Finalmente, el final fue con “Domination” de Pantera con James Wright (ex cantante de Climatic Terra) de invitado en las voces, al que varios confundieron con Martin Axenrot, por su parecido físico con el baterista del grupo sueco.

Cuando faltando dos minutos para las 21 hs se apagaron las luces y comenzó a sonar “Through pain to heaven” de Popol Vuh, la expectativa de un público eufórico llegó a su punto máximo. Sin mayores preámbulos salió Opeth a escena con “Eternal rains will come”, pieza ultra progresiva que abre su último disco, el floreado Pale Communion (2014). Desde el primer momento el sonido fue muy preciso, cada instrumento se distinguía con nitidez y el volumen era el ideal. No podía ser de otra forma con semejantes músicos, tan meticulosos con el tema sonido. “Cusp of eternity”, el primer single del disco que venían a presentar, tuvo a casi todo Groove saltando mientras la pantalla mostraba imágenes de un bosque sombrío.

Aquí comenzó el recorrido por la discografía de la banda, ejecutando un tema de cada disco a excepción del primero, Orchid. De esta forma y sin un respiro, comenzó a escucharse el fade in de la intro de “The leper affinity” para meternos de lleno en el parque de aguas negras. Blackwater Park(2001) es el disco más representativo de la banda (y uno de los discos fundamentales de metal extremo del nuevo milenio), y de esta forma su tema apertura hizo explotar al recinto palermitano. La potencia de sus intrincados riffs, el aura atmosférica y natural que impregna su sonido, y el contraste entre las secciones más brutales con los momentos de bella calma logran transportar al espectador y oyente a un plano más allá. A Mikael Åkerfeldt se lo notó más cómodo con los guturales que algunos años atrás, y de a poco se van a acercando a su mejor forma. Por el lado de la voz limpia, como siempre majestuosa. El gran bajista uruguayo Martín Méndez esbozó un tímido “Aguante Argentina” ante la ovación del público que alentaba al grito de “uruguayo, uruguayo”. El guitarrista Fredrik Åkesson, quien en 2007 reemplazó al histórico Peter Lindgren, tuvo también una labor fenomenal y brilló en cada solo.

La bellísima y melancólica outro de piano de “The Leper Affinity” a cargo de Joakim Svalberg fue un momento mágico diseñado para cerrar los ojos y transportarse, aunque algunos inadaptados (o simples desconocedores del tema) aplaudieron antes que la misma termine.  Este tema fue enganchado con la icónica “The Moor”, el himno que abre Still Life (1999), un disco bisagra que llamó la atención de Steven Wilson (Porcupine Tree) y dio inicio a la rica colaboración entre ambos artistas. Retrocediendo aún más en el tiempo hasta 1996, llegó el turno del tema más viejo del setlist: “Advent”, de Morningrise. Aquí Åkerfeldt con su peculiar sentido del humor aclaró que el título del disco no tenía nada que ver con erecciones mañaneras. “Advent”, claro ejemplo del sonido de las primeras épocas del grupo, se vio enriquecida con los arreglos de teclados, ausentes en la versión original.

Luego de este recorrido por sus canciones viejas más pesadas (tres canciones que juntas alcanzan casi los cuarenta minutos) volvieron al último disco con “Elysian woes”, uno de los momentos más calmos de la noche. En la misma clave interpretaron “To rid the disease” como para resumir toda la oscura melancolía de Damnation (2003), uno de esos discos perfectos por donde se lo mire y que constituyó la puerta de entrada a la banda por el costado más accesible a un gran caudal de público no tan afín con el metal extremo.  “The devil’s orchard” de Heritage (2011) mostró su faceta más progresiva, fiel representante de aquel controvertido álbum de aires setentosos. En este tema en particular fue cuando más se advirtieron las cualidades de Martin Axenrot, quien parece un pulpo detrás de la batería.

A partir de este momento, la intensidad se mantendría en su pico más alto con varias de sus canciones más extremas. Es el caso de “April Ethereal”, que Åkerfeldt presentó como un intento de la banda allá por el ‘98 en su disco My Arms, Your Hearse de acercarse al sonido black metal, al menos durante treinta segundos. No sin antes decir que del mencionado estilo le gusta Venom, Celtic Frost y Bathory y el resto es una mierda. Tampoco faltó alusión a la música rock y a los Rolling Stones, comentando que aunque no le gusta la música, compró el disco Their Satanic Majesties Request por su nombre muy black. Es el clásico humor del frontman que siempre se maneja dialogando de forma espontánea con el público, lejos de cualquier cliché. Es un ida y vuelta bastante interactivo, incluso arrojó tantas púas a la gente que tuvo que pedir más al asistente. Otra muestra de la espontaneidad de los shows fue la breve improvisación de un tema de AC/DC, sorprendiendo a más de uno. Con los dos siguientes tracks, la oscuridad y la maldad se apoderaron de Groove. Resulta difícil ubicar alguna otra canción (en la música en general) que emane la diabólica pesadez de “Heir Apparent”, deWatershed (2008), en la que Åkerfeldt llega al máximo su esfuerzo vocal. “The Grand Conjuration” de Ghost Reveries (2005) continuó en la misma tónica, y contó con la interesante percusión a cargo del tecladista Svalberg. Este ingrediente tan particular se debe a la influencia del ex baterista uruguayo Martín López, quien formó parte de la banda hasta el año 2005.

Tras retirarse brevemente del escenario, Mikael presentó a los músicos (refiriéndose al Méndez como la realeza del heavy metal y a Axenrot como el príncipe de la muerte) y se cantó el feliz cumpleaños al Fredrik Åkesson. Primero en inglés y español por el público y luego en sueco por los mismos músicos. Pese al clamor popular por “Ghost of perdition”, que prometieron tocar en su regreso al país, el final inminente llegó con “Deliverance”: casi 14 minutos rabiosos y muy intensos. Su antológica outro de ritmos entrecortados incitaba a muchos a un extraño pogo. Nadie quería que termine la jornada, pero después de 2 horas y 10 de show el final había llegado, a las cuatro de la mañana debían encarar rumbo a su siguiente show en Brasil. Fue otro show memorable de una banda que trasciende los subgéneros y se ubican, en tanto originalidad y creatividad, como una de las bandas más importantes de la escena metalera y progresiva en general. Fue un espectáculo unánimemente disfrutado, que por la variedad de su setlist creo que superó a su anterior show en nuestro país. Considerando la frecuencia de sus tours sudamericanos, seguramente en 2018 los tendremos nuevamente de regreso para deleitarnos con toda su magia. A dar vuelta el reloj de arena y esperarlos una vez más.

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Cobertura: Sebastián De la Sierra
Fotografías: Carlos Bobadilla




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