
La visita de Batushka resulto una grata sorpresa, no solo por lo interesante de la hermandad del cristianismo ortodoxo y el Black Metal, sino también porque los artistas de metal contemporáneos no suelen visitar Sudamérica en sus etapas iniciales y más fructíferas. Los polacos cuentan tan solo con un disco lanzado en 2015 y con dicho material les alcanzo para girar por el globo. La identidad de sus miembros es todo un misterio – aunque de seguro una simple búsqueda de Google puede destruir el enigma – pero mas allá de los artilugios extra musicales, lo acontecido el domingo 20 de Mayo en el Roxy fue demoledor.
El recinto de Palermo fue un marco más que apropiado para la congregación dominical. El público contemplaba en silencio mientras los monaguillos malditos prendían una a una las velas que decoran el escenario de cada show de Batushka. Y es que los polacos conciben cada concierto como una liturgia ortodoxa, un ritual distorsionado que por exótico y comprometido es un espectáculo en sí mismo para un público totalmente ajeno como nosotros. El sacerdote se hizo presente y coloco en el centro del escenario la imagen de “Theotokos de la pasión”, cuadro que aparece en la portada de “Litourgiya”, para dar comienzo a la ceremonia.
Como era de esperarse, el set estuvo compuesto por las ocho canciones – todas tituladas como Liturgias numeradas – de su disco debut tocadas en el orden exacto. Batushka, que significa padre en ruso, no es una banda que busca interactuar con el público, o al menos no de la forma tradicional. Tanto en el álbum como en el vivo, lo sustancial de los polacos es la poderosa evocación teológica y el compromiso con la imaginería ortodoxa. Para construir esa atmósfera atemporal adoptan una actitud austera y fantasmagórica. El sacerdote pasa de berridos oscuros a cantos ortodoxos líricos utilizando solo el movimiento de sus manos como canal expresivo de la violencia musical que es ejecutada. Los guitarristas se limitan a dar vida a las canciones sin abandonar nunca el personaje de clérigos oscuros que adoptan sobre las tablas. No hay presentación, no hay despedida, solo incienso y riffs.
Con ocho músicos en escena (dos guitarristas, bajista, cantante, baterista y tres coristas) es todo un logro el sonido pulido y prístino que mostraron en el Roxy. Desde los primeros arpegios al cierre de la procesión, el sonido fue ideal para cimentar la presentación de la banda. Se nota que, más allá de los nombres y las identidades, son músicos altamente profesionales del ámbito Black Metal. Aplausos especiales para el batero que mantuvo una precisión y una contundencia inhumanas durante todo el set.
Batushka fue toda una experiencia tanto en la puesta como en la performance, definitivamente uno de los recitales más inesperados que llegaron a estas tierras, y es por ello va a quedar en el recuerdo de los fanáticos locales de la música extrema. Tal fue la impresión, que de caminar por las calles del Roxy, seguro aun se puedan escuchar los ominosos y gigantescos coros de aquella misa oscura.
Lamentamos no publicar la galería de fotos que teníamos pensada, pero tuvimos un inconveniente técnico con las imágenes.
Cronista: Ian Undery
Fotógrafo: Emanuel Ayala
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