British Lion – Museum Live (16-11-2018)

Tener la posibilidad de ver a nada más y nada menos que al miembro fundador y alma mater de Iron Maiden en un ambiente más íntimo, alejado de los grandes estadios a los que nos tiene acostumbrados, tal como lo es el recinto de Museum ubicado en el barrio porteño de San Telmo tiene de por sí un atractivo muy singular.

Y algún desprevenido quizás se pregunte cómo es posible que una figura de la talla de Steve Harris pase de audiencias multitudinarias a lograr una convocatoria de apenas un par de centenares por el simple hecho de desprenderse de su banda madre y salir con  su aventura solista. Si bien el factor económico no deja de ser preponderante en los tiempos que corren, no menos cierto es que tampoco en otras partes del mundo la situación haya sido muy diferente a lo ocurrido en nuestro país. El problema de British Lion no radica ni por asomo (y como se pudo corroborar en vivo) en la figura de su líder quien con su mera presencia sobre las tablas ya genera admiración. La realidad, por más que nos cueste aceptarla (y esto lo digo como un fan absolutamente devoto de Iron Maiden por lo cual Harris representa para mí lo más cercano a una deidad), es que este proyecto paralelo de uno de los mejores bajistas del mundo carece de un atractivo que pueda siquiera hacerle cosquillas al legado de La Bestia. Está bien; por supuesto que las intenciones de Harris están lejos de querer lograr algo semejante. Con todo la historia y el éxito a cuestas que acarrea el nombre de Iron Maiden, está más que claro que el hincha del West Ham United hace esto solamente por mero entretenimiento, sin necesidad de rendirle cuentas a nadie, y para satisfacer su inquietud artística con la cual le rinde pleitesía a su amado Hard Rock de fines de los 70’s. Pero más allá de todas estas cuestiones la realidad es que, a seis años del disco debut homónimo, se trata de una placa que nos ha dejado solamente un puñado de canciones bastante insulsas que no se corresponden con la capacidad de un gigante como Harris…..y así y todo el show fue más que disfrutable.

Pero antes de hablar del protagonista de la noche no podemos dejar de mencionar que los locales Lörihen realizaron un breve pero efectivo set de apertura para ir subiendo la temperatura de una noche que se perfilaba como poco amigable en materia climática. En el poco tiempo del cual dispuso la banda de Emiliano Obregón se dedicaron a hacer un repaso de (casi) toda su historia metiendo temas como “Bajo La Cruz”, “Aún Sigo Latiendo”, “Libertad” o “El Último Eclipse” gozando de un correcto sonido. Cerraron, como es su costumbre, con la festiva “Vida Eterna” y reafirmando el gran momento están atravesando. Con su nuevo disco “Desconexión”, recientemente presentado en el Teatro Vorterix, y con una agenda que los tiene girando por todos los rincones del país, Lörihen se ganó con creces la posibilidad de telonear a una de las máximas leyendas y reafirmar su nombre como uno de los más sólidos de nuestra escena.

A las 21.15 horas llegó el turno del León Británico ¿Y qué fue lo que se vio? Básicamente lo que se sabía de ante mano; estas canciones hardrockeras que en el disco dejan un gusto con sabor a poco en vivo cobran más fuerza. Quizás como mejores ejemplos sirvan “The Chosen Ones”, “These Are The Hands” o “Us Against the World”. Tienen melodías, ritmos y estribillos contagiosos, y el puñado de fans que ésa noche se acercó a San Telmo las disfrutó plenamente. También es necesario mencionar que las canciones noveles como “Spit Fire” o “Bible Black”, las cuales formarían parte del segundo disco próximo a editarse, pareciera ser que tienen más Hard que Rock y ése fue un factor que también sumó puntos. Lamentablemente lo que sigue tirando atrás a esta banda, y como también se sabía de antemano, es su cantante Richard Taylor. Su cansina voz que en el disco produce efectos soporíferos en el oyente no mejora mucho en vivo. Y lo más grave aún que para dirigirse a la audiencia también usa esa misma tonalidad casi moribunda, como si pronunciar cada palabra le implicara un esfuerzo  desgarrador. En cuanto a sus dotes como frontman, podemos decir que el pelado se queda en buenas intenciones; quiere ponerle onda pero le falta mucho para contagiar emoción. Si quisiéramos pensar malintencionadamente uno bien podría suponer que para este proyecto paralelo Harris no quiere perder protagonismo o simplemente no quiere tener los problemas que tiene en su banda principal al lidiar con un ego tan inmenso como el de Bruce Dickinson. Pero la pregunta lamentablemente se volvía recurrente con el correr del show: ¿tanto le cuesta a Harris encontrar un frontman que esté más adecuado para darle otro vuelo a sus canciones sin que esto se torne en una lucha de egos? O todo esto quizás simplemente sean conjeturas personales; Steve se siente feliz así y los que nos hacemos problema somos nosotros. Porque de eso no tengan ni un gramo de duda: Steve Harris está siempre feliz arriba de un escenario. Verlo despedazar el bajo con sus dedos; como también verlo recorrer este pequeño escenario con la misma intensidad y emoción que cuando se presenta en escenarios más extensos, no importa si está tocando para 400 o para 40.000; la emoción que desborda por parte de un hombre que ya pasó los 60 años, que no tiene que probarle más nada al mundo, y que toca con las mismas ganas y pasión como si se tratara de una adolescente que quiere salir a comerse el mundo entero; todo eso de por sí ya garpa la entrada. Y honestamente ésa es la mejor postal que nos podemos llevar de este British Lion en Argentina.

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Cronista: Juan Manuel Guarino
Fotógrafo: Juan K Baracaldo




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