
Quedan pocas hojas en el calendario del 2018, pero el año no quería esfumarse sin dejar un último recuerdo forjado en acero. Herpes festejó su primer década y para dicho evento organizaron una juerga de proporciones históricas, una celebración no solo de la banda sino del underground local en general. ¿Recital un jueves? Si, recital un jueves en un Roxy repleto de espíritu pendenciero y aliento a cerveza.
Abrir la noche estuvo a cargo de Médium, un proyecto de crust nacido hace apenas un año pero con un oficio admirable a la hora del D Beat y la mugre. Desde el inicio, el sonido estuvo del lado de la banda, con claridad prístina en los arreglos melódicos y la suficiente pudrición para que esas quintas rabiosas se escuchen hasta la vereda del recinto. Un set corto pero efectivo, apropiado para romper el hielo a machetazos.
El brindis callejero parecía adelantar el reloj, el sol no terminaba de caer pero ya era momento de ver a Velocidad 22 sobre el escenario palermitano. Entre el calor y los cuerpos encuerados se alzó un grito demente cuando los cinco veloces salieron a la cancha. Velocidad 22 es un híbrido peculiar entre lo más rancio del rock and roll, y lo más virtuoso y épico del heavy metal tradicional. Ahi nomas entre Riff y Maiden, entre Barón Rojo y los hermanos Young, con pentatónica en LA o con escalas exóticas armonizadas, en ese espacio es donde surge la magia de la brigada.
La lista repaso los puntos altos de sus dos discos, canciones como “Me fui de Caballito”, “La brigada beoda” o “Vándalos de cuero” representaron al viejo y querido Metalcoholizacion de 2013. Un álbum más primitivo y rockero pero muy apreciado por el público. Velocidad 22 es de las pocas bandas cuyo material más reciente es también el más aclamado, varios de los tracks que componen Culto al Acero tienen destino de clásicos underground. “Alas metalizadas” reduce en tres minutos y medio todo lo que significa el heavy metal a nivel local, el bajo de Germen es una invitación a golpearse el pecho gritando por esas alas que te brindan libertad. Los marginados tomaron nuevamente el control con homenaje a Obus incluido, una fecha histórica para una de las bandas más relevantes de la escena actual.
Pese al cansancio, aun era temprano y restaba probar la estocada final. Diez años no son poco en este mundo tan hostil con los proyectos marginales, con la música que transita un sendero diferente y con identidad propia. Diez años siendo Herpes deben sentirse como veinticinco siendo cualquier otra banda, y más aún con el presente ensoñado de los encapuchados. El Roxy lleno, las gargantas enojadas, los puños apretados y el telón abierto dieron pie al tercer acto.
El riff de “Lo que tengo que saber” comenzó la revisión constante de los dos discos de la banda, para lo cual contaron con la ayuda de múltiples invitados que subían desde el público para luego volver a zambullirse en la marea humana. Vic Cicuta de Bolsa puso voz y furia para “La ruta del desierto” de D’agosta y una versión infame de “El saludo del abismo”. La descarga veloz de “Tumbas de hormigón” y ese estribillo eterno se contrapuso a los tiempos pesados y reptantes de “Mordedura de rata”. Para “Nabucodonosor” prestó su garganta Lucien de Medium y Dragonauta, Fede Ramos también de Avernal y Pablo Huija de Los Antiguos, una elección acertada que le sumó aspereza a una de las canciones más potentes de Herpes. La lista se remontaba constantemente al primer álbum y hubo lugar para versiones monumentales de “Fiebre matinal” y “La iglesia universal”, dos de los tracks que mejor ejemplifican el ADN de estos muchachos, hijos bastardos de 2 Minutos y Paul Dianno, siempre al borde de quebrarse entre quintas punk pero deteniéndose con precisión para las melodías armonizadas de Leandro y Pablo.
¿Cómo emocionar hasta los gritos con un rock duro? Tocando “Angel de cuero”, una oda a la fraternidad con el corazón puesto en Baron Rojo. Para el cover de “Hells Bells” se tomaron el trabajo de invitar al tipo con la mejor voz Ac Dc de la escena, el gran Junior de 42 Decibel. En aquel momento volaban cuerpos y botellas, y aunque en la versión original cante Brian, Bon Scott se apersono desde el más allá para desmadrar la situación. Para “Pene de acero” hubo presencia de grandes músicos del acero local, Paul Divano y Yulian de Velocidad 22 y Darío de Metaluria subieron al escenario para una performance extrema de una canción que pide estadio. Que manera de celebrar una década de vida, pero por sobre todo que manera de celebrar el heavy metal en todo su esplendor. Gracias Herpes por los dolores de cuerpo al día siguiente y por una sonrisa que durará hasta el próximo encuentro.
Cronista: Ian Undery.



