
Steven Wilson es una de las mayores eminencias del mundo progresivo actual. Desde que emprendió su carrera en solitario en 2008, puso en hiato a su histórica banda Porcupine Tree, el músico británico obtuvo cada vez mayor reconocimiento. Lo evidencian las exitosas giras realizadas (que lo trajeron a nuestro país en 2012 y 2013) y en las buenas ventas de sus discos, con excelentes críticas. Artista prolífico si los hay, ya lleva cuatro álbumes editados como que se suman a un catálogo absolutamente impecable y sin punto débil alguno, compuesto por las decenas de discos que sacó al frente de Porcupine Tree y con otros tantos proyectos paralelos como Blackfield, No-man, I.E.M., Bass Communion o Storm Corrossion.
Su más reciente material Hand. Cannot. Erase salió al mercado a fines de febrero e inmediatamente gozó de la aclamación de todo el ambiente, convirtiéndose en uno de los mejores trabajos del año (personalmente me animaría a decir de los últimos diez años). Consiste en un álbum conceptual inspirado en el caso de Joyce Carol Vincent, una chica que falleció en su departamento, y fue encontrada tres años más tarde sin que nadie reclamara ni la extrañara, a pesar de tener familia y amistades. La gira presentación del disco lo trajo una vez más a Sudamérica y, tras realizar tres conciertos seguidos en la capital chilena, era el turno de la cita con el pasional público argentino. Del mismo modo que en su visita previa en el 2013 cuando presentó The Raven that Refused to Sing, nuevamente el show fue en el Teatro Vorterix, que se vio absolutamente colmado. Dada la gran convocatoria y la índole del espectáculo, no sería extraño que en un futuro se presente en el Gran Rex o el Luna Park.
El show comenzó casi media hora antes de lo estipulado, lo cual ya no es llamativo porque en su último show también se adelantó. No obstante, posiblemente a sabiendas de que esto era posible, la mayoría opto por ingresar con anticipación. Sin bandas soportes, poco después de las 20:30 comenzó a sonar un tape ambiental que puso a todos expectantes, mientras la pantalla de fondo mostraba cambiantes imágenes de un edificio que no dejaba de recordarme al clásico álbum de Led Zeppelin, Psychical Graffiti. Pronto salió a escena el tecladista Adam Holzman para ejecutar las bellas melodías de “First Regret”, poco después se hizo presente Wilson junto a los excelentes músicos que lo acompañan y la ovación fue enorme. La extensa “3 years older”, netamente inspirada en el progresivo clásico de los años 70, contó con un sonido 10 puntos (como no podía ser de otra forma) y esto sería una constante a lo largo de las más de dos horas de show. Mientras tanto, la pantalla iba mostrando diversas escenas que retrataban las líricas y el concepto del disco, conformando una majestuosa experiencia audiovisual. La excelente banda que lo acompaña está la integra, además del mencionado tecladista, el bajista Nick Beggs (quién además toca el stick en varias canciones y realiza soberbios coros), el guitarrista Dave Kilminster (el violero que se calzó los zapatos de David Gilmour en la banda de Roger Waters) y el baterista Craig Blundell. Estos dos últimos se incorporaron recientemente a la banda (ya que Guthrie Govan y Marco Minnemann tenían compromisos con su banda The Aristocrats) pero se los notó en una labor superlativa, como si vinieran tocando hace años en esta formación.
Antes de ejecutar el tema que lleva el nombre del disco, que tranquilamente podría ser un corte de difusión en grandes radios, Steven agradeció y comentó que el show casi no se hace por inconvenientes en la Aduana donde pretendían retenerles los instrumentos. Luego, siguiendo el orden de su último disco, fue el turno de “Perfect life”, canción que funcionó como adelanto y desconcertó a muchos por su sonido electrónico, que en partes sonaba a U2. Sin embargo, en el contexto del disco funciona perfectamente y se adecúa al concepto de la obra, y en vivo suma muchísimo. “Routine” es uno de los temas clave de su último disco, netamente progresivo y que atraviesa climas diversos. Originalmente cantada con tres voces, avisó que apelarían a la tecnología para reproducir las voces de Ninet Tayeb y Leo Blair, introducido como el hijo de un criminal de guerra. “Index” fue el primer tema por fuera del trabajo que vinieron a presentar, y sin dudas el oscuro track del segundo álbum de Grace for Drowning (2011) fue un momento altísimo de la noche. Para “Home invasión”, el multi-instrumentista Wilson tomó por un momento el bajo, además de su tradicional rol en voces, guitarra y teclados. Enganchada igual que en el álbum continuó “Regret #9” donde Kilminster y Holzman brillaron con sus respectivos instrumentos. Luego, ante el “olé olé olé, Wilson, Wilson”, el músico pidió que lo llamen por su nombre de pila ya que en su tierra natal es grosero referirse por el apellido. Lamentablemente no faltó el único desubicado de la noche que arrojó un elemento al escenario, pero no tuvo mayor importancia.
Un momento muy especial en el que a más de uno se le erizó la piel fue “Lazarus”, primer tema de Porcupine Tree de la noche del disco Deadwing (2005), muy festejado sobre todo si se considera que dicha banda nunca se presentó en territorio argentino. Otro de los momentos más novedosos de la noche fue la inclusión de “Thank you” de la cantante canadiense Alanis Morisette (que Steven Wilson grabó en su primer Cover Version en 2003), tema que ya habían interpretado en Chile por primera vez en la gira para variar un poco el setlist debido a las tres fechas seguidas en el país transandino, quienes tuvieron el agrado además de presenciar “How is your life today?” y “Trains” de Porcupine. A continuación fue el turno de “Harmony Korine”, único tema de su primer larga duración como solista Insurgentes (2008), tema descripto por Steven como inspirado por la música de los 80 con la que creció como The Cure, Joy Division, Slowdive o Xtc (grupo del cuál vestía la remera con la portada del disco Drums and Wires) pero particularmente por el movimiento shoegaze, denominado así por la timidez de los músicos que tocaban mirando sus zapatos. Finalmente, con la progresiva y oscura “Ancestral”, la enormemente bella “Happy Returns” y el epílogo de piano “Ascendant here on…” llegó a su término la interpretación de Hand. Cannot. Erase., interpretado casi en su totalidad a excepción de la breve “Transcience” que no viene formando parte de la lista.
Quienes asistieron a los shows previos del genio británico recordarán que en varias canciones, la banda tocó con un telón transparente delante en el que se proyectaban imágenes. Esta impactante puesta en escena para el marco de un pequeño teatro se volvió a repetir para los primeros encores, en primer lugar con el extenso track “The watchmaker”, perteneciente a su tercer disco The raven that refused to sing. Y luego con el otro tema de Porcupine Tree interpretado en la noche: “Sleep together”, tema pesado con fantásticos arreglos de teclados que se encuentra en Fear of a blank planet (2007). Ya iban dos horas de show y el público se encontraba extasiado ante el privilegio de presenciar semejante espectáculo, semejante demostración de majestuosidad musical. Y aún quedaba más, por segunda vez regresaron a escena para despedirse en clave melancólica con “The raven that refused to sing” mientras de fondo se proyectaba el videoclip del tema. Definitivamente un show mágico, a mi gusto el mejor en comparación a sus visitas previas y también el más convocante. Steven Wilson demostró con creces por qué es uno de los mayores genios musicales contemporáneos. Infinitas gracias.
Galería de Fotos:
Cobertura: Sebastián De la Sierra
Fotografías: Pablo Gandara
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