
Desde que Deafheaven irrumpió en la escena distorsionada desde su California natal, ni el black metal ni el shaogaze son lo mismo. Seguramente, encasillar a la banda en uno de los dos géneros resulte limitante. No porque definir limite de manera estricta, sino, más bien, porque la identidad toda está más allá de los márgenes sonoros y estéticos. Por segunda vez en Argentina, Deafheaven puso en evidencia porque en tan solo trece años conquistaron públicos variopintos.
La primera visita de Deafheaven a la Argentina tuvo como bandas invitadas a Bhutan, pilares del drone argentino, y Tan frío el verano, banda experimental con tintes shoagaze oriundos de Venezuela. Para esta oportunidad, nuevamente en Uniclub y con entradas agotadas, el sonido fue un tanto más extremo. Mitodian deambula entre metal extremo, pero no deja de lado melodías que se conectan a través de un hilo rojo con Deafheaven. Lejos están de ser propuestas símiles, pero si hay una búsqueda por lo mismo, por romper tabúes, por ir de lo claro a lo oscuro, por las melodías en medio de tanta voz quebrada. Un set corto, pero contundente, con la energía puesta arriba en pos de amalgamar la espera.
Para cuando salió New Bermuda (2015), la banda estaba en la cresta de la ola. Eso implica, como es bien sabido, pros y contras. Por un lado, canciones oscuras. Por otro, una conexión distante para con el público más allá del fervor de George Clarke. Siete años después, los californianos regresan con dos discos más experimentales en relación a lo que hasta ese momento era su discografía. Primero, Ordinary Corrupt Human Love (2018) y, finalmente, Infinite Granite (2021). De repente, el shaogaze tomo un poco más de protagonismo que el black metal e incluso se colaba por la puerta de atrás un poco de dream pop. Todo esto repercutió, sin dudas, también en las presentaciones en vivo.
Una de las características principales de Deafheaven es sumergir a los oyentes a su propio universo. Y como no lograrlo tomando de prestada a la canción «Sycamore Trees» que Angelo Badalamenti compuso para Twin Peaks. Si, esa serie creado por David Lynch que tuvo como locación un pueblo ficticio del estado de Washington donde el eje central es un femicidio entreverado por doppelgänger y reminiscencias originarias en búsqueda de luz, paz, en el medio de bosques oscuros llenos de neblina. En cierto punto, la banda toma ese escenario como disparador; esa atmosfera propia de Badalamenti, pero orientada por Lynch. Así se introducen con «Black Birds» para pasar inmediatamente a «Sunbanther» donde llegaron los primeros coros. Porque sí, Argentina puede tener muchos argumentos para ser el mejor público del mundo e indudablemente, el talento de corear hasta melodías de una banda de blackgaze es el principal. Sin importar distinciones, porque el público iba desde metaleros hasta indies, grandes y chicos, mujeres y hombres. Incluso asistentes de otras latitudes como Estados Unidos y Rusia.
Pasado el primer punto alto, la banda trajo el tridente que abre su reciente obra Infinite Granite (2021). «Shellstar» un tema que llevo a Clarke a exponerse con una voz sutil, nostálgica y envolvente; luego el corte de difusión «In Blur» y finalmente «Great Mass of Color», ese primer single que habilitaba el nuevo giro de la banda. Y en este punto es menester tomarse una pausa. ¿Habrá sido la historia de Twin Peaks una referencia para George Clark a la hora de escribir Great Mass of Color? ¿O Badalamenti para Kerry McCoy? Dada la introducción no me es descabellado pensar en la búsqueda de identidad, el coming of age, el amor, la paz y el tenso cruce existencial de Laura Palmer, protagonista de la serie estrenada en 1990, en una letra que tiene líneas como «Do I need this affection? Do you need this confusion?» o «You are the sea and nobody owns you.»
Para la recta final, Deafheaven decidió despedirse con «Cannary Yellow», único del Ordinary Corrupt Human Love y «Mombasa» que a su vez cierra, el disco que vinieron a presentar. El amague del final duro apenas unos segundos y nuevamente en el escenario Clarke pregunto si el público estaba dispuesto a escuchar dos canciones más. Obviamente, la respuesta fue un rotundo si sin importar el calor que propicio en Uniclub. Sangre, sudor y lagrimas dicta el refrán. El final llego con los dos temas que marcaron fuego en el camino transitado hasta el momento. El épico «Brought to the Water» de New Bermuda, que volvió a desatar la euforia local por corear las melodías de McCoy mientras Clarke canta preguntándose donde se fue su pasión y llama al multiverso que podría tratarse de otra conexión al universo lynchiano. Finalmente, el ya clásico, y porqué no himno, «Dream House», de Sunbanther, con Clarke cayendo sobre quienes fueron a verlo cantar, gritar, interpretar y hasta para su sorpresa se impresionaron con bailes seductores propios de Elvis Presley más que de un cantante de blackgaze que relata una conversación sobre el contraste de un final tierno y trágico a la vez. Sin ir más lejos, es un final y basta.
Cronista: Jonatan Dalinger
PH: Cuervo Deth