Cuando una banda persevera hay que estar atento a porque lo hace. Algunas se mantienen en la nostalgia, a otras las mueve la pasión y la idea de seguir atravesando todo limite. Helker es de las de la segunda familia. Los cambios de formación marcaron cierta inestabilidad, sin embargo, la pandemia ayudó a macerar y reformular una vez más la ecuación.
Obviamente, el proyecto no puede dejar de lado su pasado, ni sus clásicos. Son parte de su historia como cada nueva etapa. Helker lanzó y presentó Cara o Cruz el 27 de mayo ante un The Roxy con alta convocatoria, la familia helkeriana como dice el cantante Matias Ochoa. Este es el octavo disco de estudio, el cual marca el regreso del frontman. La emoción durante el show fue notoria. No solo por el clamor del público sino también por situaciones personales que lo aquejaba un tanto.
A veces, un disco nuevo es solo una excusa para darle motivo a una celebración, al encuentro. Y de esto se trató el evento. Ochoa volvió al escenario y a eso se le suma la repatriación de Mauro Transacciones (guitarra) y el flamante ingreso de Juan Manuel Acosta (bajo). Y obvio Hernan “Cuta” Coronel (batería) y Mariano Rios (guitarra) manteniéndose firme. Además, IN-DIOS tuvo la iniciativa de precalentar el escenario con ese sonido pesado y clásico sintiendo el metal.
Este show fue el todo de Helker. Una hora y cuarenta entre clásicos y nuevos himnos. Uno de ellos “Guardianes de la creación”. Más allá de las gratas repercusiones, el punto alto estuvo en temas como “Lágrimas de sangre”, “En mis sueños” y rápidas reversiones a Iron Maiden y Accept. Cara o cruz simboliza el todo o nada, él jugársela por completo o perderlo todo. Es una declaración de principios así como ADN y la conexión directa a la identidad o El camino del fuego, como un proceso evolutivo de experiencias varias.
Cronista: Jonatan Dalinger
PH: Martes Rubí
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