
EL FUROR FUE EPICO; LA GLORIA, ETERNA. Rhapsody of Fire – El Teatrito (11-05-2024)

La tarde / noche comenzó con los peruanos Metal Crucifier abriendo el fuego. Ya habiéndose presentado como teloneros de Accept y como acto principal en nuestro país en varias ocasiones, verlos es algo familiar. Mantienen el nivel de sus otras ocasiones con mucho oficio y energía, destacándose nuevamente sus temas del reciente The Strike of the Beast. Arpeghy también fue de la partida con su saludable ratablancacore y un cada vez más grande círculo de fans que no pararon de alentarlos. La emoción que le ponen a sus presentaciones es para resaltar, siendo lo más palpable sus caras de disfrute a pesar de algunos desperfectos de sonido (volúmenes muy saturados, más de uno se tuvo que tapar los oídos en algunos tramos), que no empañaron su show.
Con un público que comenzaba a impacientarse, la voz del recordadísimo Saruman/Dracula/ Count Dooku, Sir Christopher Lee, anunciaba la intro «The Dark Secret» aumentando las pulsaciones mientras se iban acomodando los músicos y sin piedad el clásico «Unholy Warcry» hacía vibrar el local de la calle Sarmiento. «I’ll Be Your Hero» y «Chains Of Destiny» representaron bien el presente de la banda de Trieste, con los fans acompañando cada segundo. «The March Of The Swordmaster», directo de Power Of The Dragonflame (2002), fue el plato fuerte que los más veteranos necesitábamos. Siguieron algunas canciones más de los últimos años de la banda («The Legend Goes On», «March Against The Tyrant», «Rain Of Fury») y se sumó la debutante «Challenge The Wind», con un Giacomo Voli demostrando sus dotes como maestro de ceremonias, arengando, comandando a sus huestes sin perder una sola nota de sus melodías vocales (obviamente ayudado por coros disparados desde la consola). Un momento más calmo e íntimo llegó cuando tocaron «The Magic of the Wizard’s Dream», enteramente dedicada a la memoria de Christopher Lee, coreadísima por los presentes. Luego de tamaña emoción, la gloria fue perpetua cuando «Dawn of Victory» volaba por los aires y uno de los pogos más violentos que este humilde servidor haya presenciado se daba lugar mientras ese épico coro se hacía inevitable de cantar, cerrando magistralmente el show. Mientras los músicos se retiraban era obvio que volverían con aún más caña. «Reign of Terror» y su frenética velocidad hicieron hervir la sangre mientras que «Wisdom of the Kings» subió la apuesta y su coro fraternal nos hacía vibrar de emoción. Después de presentar a los músicos, «Land of Immortals» fue una perlita para rememorar, dejando todo listo para el esperadísimo final con «Emerald Sword» y su estribillo eterno, terminando de redondear una velada casi perfecta.
Mientras poco a poco El Teatrito se iba vaciando, con cientos de caras de felicidad, de charlas afónicas y un tinnitus casi omnipresente, Rhapsody demostraba nuevamente todo su poder, su calidad, su vigencia, su conexión con sus fans. A pesar de las dudas, Rhapsody siempre será Rhapsody, hay algo que va más allá de nombres (y hasta de integrantes) y es el poder y las emociones que transmiten sus canciones, innegable entre sus adeptos, que, al igual que la banda, lo dieron todo entonando sus himnos. El furor fue épico.
Por Boris Bargas
PH: Leticia Villalba
PH: Leticia Villalba
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