LA GRAN BESTIA Y SU PURGA. Therion junto a In Element – Groove (13/09/2024)
La relación entre Therion y los metálicos argentinos es de larga data, tras una decena de presentaciones en la capital porteña, a través de los años, el grupo sueco ha sabido cultivar un público por demás fiel. Poco más de un año después de su presentación en 2023, la banda llega nuevamente presentando un nuevo álbum, completando la trilogía de «Leviathan», iniciada en 2021. Siendo los recitales, y los internacionales en especial, una buena forma de escape entre tanta mala noticia, las expectativas eran altas. Estaba todo listo, Therion y su más que respetable repertorio, los fans más ruidosos del mundo y una venue que se destaca por el buen sonido y ambiente: Groove.

La banda asignada para dar los primeros golpes de distorsión fue In Element, ya habitués en esto de abrir shows internacionales. Los comandados por Charlie B entregaron una pulida muestra de su propuesta. Entre el death melódico y el metalcore, lo de esta banda presenta un contundente ataque sónico, que junto a sendos toques melódicos e interesantes breakdowns, crean más que interesantes dinámicas, destacándose especialmente el laburo tras los parches de Walter López (ex-Glorious Night). Si tuviéramos que nombrar algo para mejorar sería el uso de pistas sampleadas, elemento que los aleja un poco de lo visceral. Más allá de todo, In Element demostró una vez más por qué son un grupo de nivel internacional.

Pasadas las 20:30, el momento de la verdad había llegado. De la mano de «Seven Secrets of the Sphinx», las huestes de Cristofer Johnsson se fueron sumando uno a uno al escenario mientras la danza de los Yezidi tenía lugar. Una de las primeras perlas rescatadas de su extenso catálogo fue «Crowning of Atlantis» y la euforia que produjo en los fans, a la que se sumaron algunos números más recientes como «Ruler of Tamag» y «Ninkigal», ambas del flamante «Leviathan III»(2024). El secreto de las runas fue evocado a través del temazo «Ginnungagap» (festejadísimo), seguida por la excelente «Uthark Runa», con un Thomas Vikström en su salsa.

Uno de los puntos más altos de la noche llegó con la oscura y sentida versión de «Clavicula Nox», con Lori Lewis dándolo todo y despertando lágrimas de emoción en más de un barbudo metalero con panza de cerveza. Era obvio: todos, la banda y el público, estábamos listos para dejar la vida esa noche si era necesario. Prueba de esto fue el potente pogo que desató la furia de la esperadísima «Typhon», que gracias a los growls de Chris Davidsson (también bajista y cantante en los powermetaleros Majestica), dejó en claro que sigue siendo una vulgar demostración de poder titánico. Con la adrenalina en un punto altísimo, siguieron clásicos como «Black Sun», «Mark of Cain» (otra gema recuperada) y «Wine of Aluqah» (una versión para colgarse del paravalanchas) mechados con composiciones más recientes, entre las que se destacaron especialmente «Tuonela», «Ayahuasca» y «El Primer Sol» (Rosalía Sairem se lució especialmente en esta interpretación). El frenesí a flor de piel era moneda corriente, entonces resulta sumamente sensata la idea de continuar el setlist con la oscura y enigmática «Nightside of Eden», directo del mega clásico Theli (1996), generando aún más impacto en los momentos en que los climas calmos chocan con los más enérgicos.

El turno de decir unas palabras había llegado para nuestro queridísimo compatriota Christian Vidal, quién al borde de quebrarse y con un palpable sentimiento de agradecimiento y orgullo felicitó al respetable por su entrega. Todos lo sabíamos, otro punto altísimo había llegado: «Quetzalcoatl» y su mágico estribillo en español, ese hermoso tributo al público latinoamericano que Johnsson fraguó hace 20 años en el mega clásico «Lemuria» (2004). Como si fuera poco tocaron el tema título de aquel álbum, tallando nuevamente un momento hermoso en nuestros corazones, entre civilizaciones perdidas y los misterios de las profundidades, arrancando más de una lágrima (otra vez). Luego de «Sitra Ahra», el tercer momento más alto del show se dió con una apoteósica versión de «To Mega Therion», con las melodías de guitarra más brillantes que nunca, los coros vibrando en cada garganta y la casi esotérica sensación de «yo ya me puedo morir feliz», esta tremenda pieza se llevó los últimos gramos de energía de más de uno. Pero Therion nunca falla, y el bis se hizo carne con «The Rise of Sodom and Gomorrah» y «Son of the Staves of Time», dejando la vara altísima.

Mientras el recinto se iba vaciando, los amigos se saludaban, el merch se vendía como pan caliente y las copas chocaban, el sentimiento de jolgorio y goce era reinante. Tras más de 2 horas de música, fuimos testigos del poder de una banda que está a la altura de su propia leyenda (una de las más épicas que existen). La gran bestia goza de buena salud, y eso es, en gran parte, gracias al aporte que viene haciendo hace casi 15 años el argentino Vidal. Aunque puede sonar lejano sentir orgullo por canciones sobre culturas muy distintas a la nuestra, la conexión que Therion siempre tuvo con el público local, desde su primer visita en 1995 hasta el día de hoy, es un vínculo que se fortalece más y más. Ellos lo saben y nosotros lo sabemos y creo que por eso también esta velada será recordada como, tal vez, la mejor visita del grupo a nuestro suelo. Con la actualidad de nuestra nación, realmente fue una purga que necesitábamos, y qué bueno que sea de la mano de viejos amigos.
Larga vida a la gran bestia.

Por Boris Bargas
PH: Cuervo Deth
Galería completa



· Volver




















logos_apoyo