Hace prácticamente una década que nos tuvimos que acostumbrar a ver dos versiones distintas de Venom coexistiendo. Una, la del nombre original, con Cronos al frente. La otra, comandada por Mantas, secundado por Abaddon y Tony «Demolition Man» Dolan, denominada Venom Inc. Ambas con un estilo obviamente muy similar, se han presentado en varias oportunidades en nuestro país. Personalmente no pude experimentar el ver a Venom Inc. en vivo, pero sí recuerdo bien la sensación al finalizar el show de Venom en El Teatro Flores en 2017. Un show un tanto opaco. Con piezas clásicas de su discografía, pero también con un gusto a poco que permaneció en mi paladar incluso bastante después de terminada la presentación. Más allá de elecciones en la lista, la performance de los británicos distaba de esa imagen idealizada desde los posters de la adolescencia. Una falta de onda alarmante derramaba desde el escenario. Siete años después, en un venue tal vez levemente más adecuado al show de la banda, una revancha iba a tener lugar para los ingleses y el público argentino. ¿Cuál sería el balance final?
La tarde viraba en noche mientras la oscuridad caía en las inmediaciones de Groove. Avenida Santa Fé se teñía de negro poco a poco mientras los heavies locales inundaban las veredas y mercaditos chinos en busca de alcohol y camaradería. La banda elegida para romper el silencio fue Bastardös. Los liderados por Tomás Doglioli devastaron a los primeros asistentes con su thrash metal directo y rabioso. Mayormente desgranaron temas de su disco Entierrö (2024), entre otros. Luego fue el turno de Morferus, y su death metal maldito e implacable. Dieron un show potente y entretenido, destacándose especialmente la canción «El Petiso Orejudo», directo de su disco Argentina Psicópata (2019). Cerrando esta primer parte de la joven noche, los thrashers Pucará hicieron un set especial presentando temas de su inminente próxima placa. Así sonaron «Trampa Mortal», «Jinetes», «Insalubridad Pública» (tal vez un poco tarde para hacer una letra sobre la pandemia…) y «Ni Un Paso Atrás». Más allá de algún que otro detalle de sonido, estuvieron compactos. Coronaron su presentación con una furiosa versión de «A Lesson In Violence» de Exodus.
Con el etil corriendo libre entre los presentes y la temperatura adecuada gracias a los soportes, el recinto palermitano estaba listo para recibir a las malignas huestes infernales. Tras la legendaria intro recitada, la piedad no tuvo lugar en una versión de «Black Metal» sumamente violenta y excitante. Con la gente en llamas, el pelado Rage castigó su guitarra con el rockero y malévolo riff de «Welcome To Hell», y la adrenalina se hizo general. Continuaron con una excelente versión de «In Nomine Satanas» seguida de «Bring Out Your Dead» y una buena sensación comenzaba a hacerse evidente: estaban sonando espectacular. La energía entre la gente y la banda gozaba de una salud más que buena. Desde From The Very Depths (2011), «Pedal To The Metal» subió la apuesta a pura velocidad mientras la banda no paraba de sacar chispas. Con este excelente nivel sonaron «One Thousand Days In Sodom», «Buried Alive», «Don’t Burn The Witch»(uff!) y «Leave Me In Hell», entre otros, con la satisfacción de la gente en aumento. La épica, bellísima, sanguinaria, sádica, «Countess Bathory» marcó un momentazo clave en la noche: era una velada histórica. La bestia del averno estaba con ganas de lastimar y todos sus golpes eran certeros y letales. Cada solo de Rage desgarraba oídos, cada golpe de Dante aplastaba corazones y cada bajada de las 4 cuerdas de Cronos revolvía estómagos, eran invencibles. El monolítico riff arrastrado de «Warhead» dejó una hilera de cráneos reventados entre decibeles y mosh. Era una noche perfecta. Aunque nada es perfecto. Esa fue la última canción del set.
El infierno estaba encantador, pero parecía que las destructivas medidas del presiduende habían alcanzado los dominios de Belcebú y las llamas del reino de Hades se habían disminuido para apagarse completamente. Mientras esperábamos que los ingleses regresaran al escenario para al menos 2 o 3 canciones más, la incertidumbre se volvió resignación. Ya no iban a volver. Se había terminado todo. Con apenas 13 renglones en su setlist, Venom finiquitaba la que iba a ser su mejor performance en suelo argentino. Se rumorea que había al menos dos números más en su repertorio, pero eso a esta altura ya no importa. Los resabios de la felicidad de una noche que parecía, pero no fue se difuminaban en el aire mientras en la puerta del local unos jóvenes golpeaban a un presunto pelado neonazi, como para cerrar una noche atípica y con (otra vez) gusto a poco. No siempre se puede estar a la altura de la leyenda. A Venom le pasó. Por mi parte me quedo con mis copias de Black Metal (1982) y Welcome To Hell (1981).
Por: Boris Bargas
PH: Cecilia Principe