
El pasado 12 de marzo no fue un día más. Mientras la represión injustamente se adueñaba de las calles del centro porteño, al son de una manifestación pacífica que se convirtió en el objetivo de un compendio de prácticas de brutalidad policial, en el otro extremo de la ciudad iba a tener lugar un esperado concierto, una velada memorable para los más fanáticos del rock pesado tradicional. Esa noche, en el habitual local del Abasto, Uniclub, iba a tener lugar el desembarco del poderoso tándem formado por los suecos Graveyard y los canadienses Danko Jones, a los que se sumaron los argentinos Camionero.
Pasadas las 8 PM comenzó el set de Camionero. Los oriundos de Beccar se apoderaron instantáneamente de las tablas. Su característico blues rock setentoso tomó por asalto la atención de propios y extraños. El dúo conformado por Joan Manuel Pardo (guitarra y voz) y Santiago Luis (batería y coros) probó porque es uno de los nombres claves de los últimos años en la escena argentina de rock tradicional. La potencia de su estilo se pudo apreciar en temazos como «Rico Chico», «Lo Hago Mal Me Siento Bien», «Genio del Abasto» y «Un Poco Más de Consideración», entre otros. Los rockerísimos riffs y melodías de Pardo se pasean entre las sólidas e intensas bases de Luis generando interesantes dinámicas sin perder de vista la estructura rock clásica, una fórmula que se luce gracias al nivel interpretativo de la dupla.
De la mano de «Guess Who’s Back» comenzó el set de Danko Jones. Continuaron con los tapones de punta y así sonaron «Get High», «I Gotta Rock» y «Lipstick City». Tras unas palabras para presentarse formalmente ante el público argentino, Dan «Danko» Jones expresó sus sinceras disculpas ‘por haber tardado tanto’ en debutar en nuestro país. La promesa de dar el mejor show posible estaba hecha. «First Date» y su irreverente letra subieron la temperatura. La gente seguía ingresando al recinto y esto molestó un poco al calvo frontman, lo que derivó en una furiosa arenga y una rabiosa versión de «Good Time», con su patotero estribillo resonando en el local capitalino y sumando más y más aprobación entre los presentes. Para agregar un poco de calma, Jones interpreta a solas la intro de «You Are My Woman», ganando aplausos, para luego rematar con «Flaunt It». En este momento se dió la mayor señal de aprobación del público argentino: un vitoreo multitudinario al grito de ‘peladooo, peladooo’ que sorprendió a un atónito Jones que parecía no entender nada, hasta que el bajista JC Calabrese le explicó la naturaleza de los cánticos y el cantante pidió más vehemencia en el coro, un divertido momento en un show de por sí entretenido. La mejor canción de los canadienses se materializó en la metálica «Had Enough», demostrando la superlativa calidad en vivo del trío: Jones lidera la canción con sus riffs y voces, Richard Knox apoya desde atrás con potencia y soltura y Calabrese aporta el groove y los huevos necesarios para mantener todo en su lugar. «Lovercall», «Invisible» y la hiterísima «My Little RNR» cerraron la presentación dejándonos con ganas de más, con sed de rock, como debe ser. Que se repita pronto.
Con los primeros acordes de «Twice», los Graveyard abrían fuego y comenzaban su show con todo. Un Uniclub al 75% se enganchó al toque con los suecos. «Please Don’t» y su irresistible marcha mantuvieron la llama con buena salud, a la que le pegaron la intensa «Cold Love». Una perlita se materializó en una excelente versión de «From A Hole In The Wall», única canción del disco Innocence And Decadence (2015). «An Industry of Murder» y su riff a lo 13th Floor Elevators aportó misterio y atmósfera densa para luego contrastar con «Slow Motion Countdown» y su cadencia bluesera, cerrando este primer tercio del concierto. La espesura del aire se mezclaba con cervezas y flores quemadas dando el ambiente preciso para que sonara el himno «Hisingen Blues», del disco homónimo, el éxtasis fue total. Los oriundos de Gotemburgo no dudaron en subir la apuesta con una acelerada versión de «Goliath», revisitando nuevamente el disco Lights Out (2012). Otro brillante momento de blues se vivió de la mano de «Uncomfortably Numb» y un Joakim Nilsson completamente entregado a la interpretación, destacándose también el laburo del bajista y ocasional vocalista Truls Mörck, figura clave del sonido del combo sueco. La purpleana «Rampant Fields» sumó un poco de sexo al rock y se llevó un ferviente aplauso de la gente. «Walk On» fue otra de las canciones que quedaron grabadas en la mente de un servidor, su efervescente ritmo y candentes fraseos hicieron las delicias de los rockeros más exigentes. Es indudable: la facilidad de los escandinavos para interpretar esta música es total. Cada riff, cada solo, cada parte vocal, cada golpe de percusión, todo está apuntado hacia el culto al rock más tradicional, todo llevado con total naturalidad. Ninguno de los cuatro miembros se queda atrás. «No Good, Mr. Holden» y «Ain’t Fit To Live Here» anunciaban el final del show, pero aún así el respetable disfrutó a más no poder la excelsa versión de «The Siren» y esa épica letra de demonios del agua. Nos dieron todo y nos quedamos con ganas de más. Por tercera vez en la noche. No es poco.
La indignación, la angustia y la bronca se irían apoderando de nuestras cabezas al ir actualizándonos sobre la situación en la manifestación. Era inevitable, pero al menos tenemos la salvedad de que tuvimos un pequeño respiro. ¿Qué es el rock? Ruido. Libertad (la verdadera). Pasión. Una descarga. ¿Es acaso lo que queremos que sea? Es difícil decirlo. Si nos ponemos más directos podemos decir que el rock es lo que se vivió esa noche: en un día sumamente oscuro un concierto vino a salvarnos por al menos un rato. No es poco. Camionero, Danko Jones y Graveyard lo saben y por eso dieron el 666% sobre el escenario. Como predijo Jones que diríamos en el futuro: «Yo estuve ahí».
Por Boris Bargas
PH: Cecilia Principe
· Volver









