
Arraigo, la banda más representativa del folk metal en clave latinoamericana, conoció este 14 de junio que pasó uno de los hitos más importantes de su carrera, al tocar por primera vez en el Roxy Live del barrio de Palermo, con una amplia convocatoria, convirtiéndose así en el show más grande de su historia (que seguramente será superado, tienen mucho futuro por delante).
Alrededor de las 21:15 se abrió el telón para dar paso al Sr. Eduardo Lanza, que como en anteriores presentaciones capitalinas, se encargó de introducir el show con un recitado, que precedió al tape con la intro de “Carnaval de soledades”, apertura de Fronteras y Horizontes. Mientras tanto iban apareciendo en escena los músicos y junto a ellos como invitado especial Florencio Justo en la flauta traversa (y luego teclados), brindando así gracias a su aporte una versión más fiel a la grabada. Como siempre, en este tema resalta la particular charantarra que toca Federico Bertoli, novedoso instrumento que combina guitarra y charango. El sonido, a pesar de algún problema con la guitarra, fue uno de los mejores que ha tenido Arraigo, con iguales dosis de claridad y potencia, y la intensa base rítmica que conforman Javier Espeche con las cuatro cuerdas y Federico Prieto tras los parches. El recinto estaba bastante lleno, aunque sin llegar a estar apretados, con un público dividido entre los asistentes frecuentes a sus recitales, muchos que hacían su debut con la banda y sin dudas también bastantes curiosos.
Tras una breve introducción a capella por el cantante Pablo Trangone (que también se encarga de la percusión y algunos teclados), llegó “En el nombre del padre”, con sus bravos machaques recibidos a puro pogo por aquellos más cercanos al escenario. “Vidala para que sigas” con su aura folclórica norteña, como siempre resalta como uno de los mejores momentos, que fue seguido de “Te llamo eternidad” durante la cual el guitarrista Leandro Ramogida se hace cargo de la voz principal. Tras una invitación a repensar qué significa lo pesado dentro de la música pesada (¿Está en el sonido o en las ideas? Punto central del mensaje de Arraigo), se encargaron de presentar algunas de las canciones que integran 5, el EP que regalaban junto con la entrada que se compone justamente de cinco canciones de otros artistas, re-elaboradas al estilo tan propio de la banda. Así, nuevamente con Florencio Justo como invitado, interpretaron “Tu nombre y el mío” de Lisandro Aristimuño, en una versión muy lograda que fue el primer adelanto del EP, seguida de “El témpano”, la clásica canción de Adrián Abonizio que popularizó Juan Carlos Baglietto.
Si algo distingue a Arraigo por sobre todas las cosas de sus pares que tocan folk-metal en nuestro país, es que se ubican en la vereda opuesta de aquellas bandas que ejecutan fielmente el clásico folk europeo de raíces vikingas o celtas. Aquí se revaloriza fuertemente lo autóctono, tanto desde el sonido y los instrumentos utilizados (como bombo legüero, siku, flauta, bandoneón) como desde las líricas, erigiéndose como puntales del “metal folklórico latinoamericano”, lejos de esos “dragones que no queman a nadie”. Un tema muy tradicional, “Zamba del carnaval”, cuya autoría corresponde a Gustavo “Cuchi” Leguizamón fue enganchado con la samba de Arraigo: “Zamba para los huérfanos”, que promediando la mitad de la canción muta en una explosión furiosa del heavy metal más headbanguero. A lo largo de la noche, Pablo Trangone nos iba dejando varios discursos entre las canciones, me quedo con su frase: “somos más que máquinas de producir y de consumir”. La primera parte del show culminó con el tango que cierra su disco, “Que sangre madera”, con la brillante participación de Julia Peralta en el bandoneón, y destacándose dentro de la lista ya que no es un tema que ejecuten muy seguido.
En lo que funcionó como una especie de intervalo para los músicos, nuevamente Eduardo Lanza se plantó frente al micrófono para recitar “Canción de un peso” y “Hay un niño en la calle” del poeta Armando Tejada Gómez. Y siguiendo con esa temática, que pone de manifiesto la predominancia que tienen en el mensaje de la banda los niños y la educación, continuaron con “Crías de crías” (dedicada a los “zabaleteros” allí presentes) y “Los gritos del sótano”, mientras Julia Peralta ejecutaba con su bandoneón la melodía que guía ambas canciones. El momento más netamente folklórico de la noche tuvo lugar con las versiones de “Los indios de ahora” de Peteco Carabajal y “Chacarera del exilio” de Raly Barrionuevo, en donde invitaron a bailar a “el Pela y su compañera” e instaron a los presentes a seguir sus pasos en una rara ocasión donde el pogo cedió su lugar por completo al folklore. En la misma sintonía prosiguieron con “En tiempos de cueca, pañuelos negros”, canción que integrará su próximo álbum de estudio, inspirada en la experiencia de Iruya, donde el frontman contó como bebían mate cocido con el alcohol “que usamos para curar las heridas de afuera, ellas se curan las heridas de adentro”.
Otra invitada más en la noche para seguir enriqueciendo el sonido en vivo de la banda fue Yanina Reinoso, quien aportó su acordeón en “Para aquel que sabe oír” y “Tierra de bueyes”, de ritmos guaraníes, que integrará su futuro trabajo. Como en cada show, nadie se quedó sin cantar lleno de emoción “Nehuén (Fuego del alma)”, quizás su mayor clásico y el tema elegido para filmar el videoclip. El final ya estaba llegando, e inmediatamente después del cover de los uruguayos Agarrate Catalina “Vidas comunes” (presente en el EP), engancharon con “Cadenas y antifaces”, en donde se abrió un pasillo entre el público (muy a lo wall of death, salvando las distancias) que fue copado por la murga “Los calaveras de Constitución”, dando lugar a una novedosa unión entre murgueros y metaleros. Ya se estaban despidiendo, sin embargo ante el clamor popular hubo lugar para una canción más, la esperada “Dogo”, que nos dejó el último pogo de la jornada, poniendo de esta forma el broche de oro a una noche perfecta.
Cobertura: Sebastian De la Sierra
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