
Nos dirigimos al oeste de Francia para asistir nuevamente al Hellfest, el festival de heavy metal más grande de Francia y uno de los más relevantes de Europa. La pequeña ciudad de Clisson, con poco más de 7.000 habitantes, se transforma cada año para recibir a cientos de miles de metaleros dispuestos a disfrutar cuatro días intensos repartidos en seis escenarios.
Decidimos comenzar el jueves 19 de junio, el primer día del evento, y nos dirigimos al escenario Temple para ver a Misþyrming, la banda islandesa de black metal que, por comodidad, se escribe también como Misthyrming para evitar los complejos caracteres de su idioma natal.
Aquel jueves se sintió un calor fuerte, con picos de 37 grados, pero el cuarteto de Reykjavík trajo una atmósfera de frialdad nórdica con sus riffs alternando rápidamente entre disonancias y melodías. Canciones como “Ég byggði dyr í eyðimörkinni” podían sumergir al público en un trance o desatar un mosh violento, mientras que “Með Hamri” aportaba un brillo inesperado a su música. Con su maquillaje característico de líneas negras, que los hacía parecer guerreros listos para la batalla o un ritual, ofrecieron un set poderoso de cuarenta minutos.
En el escenario Warzone, los suecos The Hellacopters comenzaron su presentación. Nicke Andersson formó la banda en los noventa como un proyecto paralelo para mostrar su amor por el rock garage con influencia punk. Con el tiempo su sonido incorporó elementos más melódicos y powerpop, pero sin perder esos riffs clásicos. Su set mezcló canciones como “So Sorry I Could Die” y “The Devil Stole The Beat From The Lord”, entregando un show carismático y bien recibido bajo la oscuridad de la noche.
Ya entrada la noche, nos trasladamos al escenario Altar para ver a Whitechapel, una de las bandas más importantes del deathcore. Con un fondo visual alusivo a su último disco Hymns in Dissonance, ofrecieron un espectáculo brutal y preciso, centrado en temas recientes como “Prisoner 666” y “Hymns in Dissonance”, y también clásicos como “This Is Exile”. La combinación de tres guitarras, un bajo contundente y la batería precisa, junto con la versatilidad vocal de Phil Bozeman, mostraron por qué siguen vigentes. El público acompañó con instancias de mosh y circle pits, aunque algo más de movimiento no hubiera estado de más.
Para ir finalizando el día, volvimos al Temple para ver a Alcest, la banda francesa liderada por Neige, que presentó un set basado en sus dos últimos discos Les chants de l’aurore (2024) y Spiritual Instinct (2019). Con un escenario decorado con motivos japoneses, envolvieron a un público numeroso en su particular mezcla de riffs oníricos y violencia, característica del blackgaze. Temas como “L’Envol”, “Améthyste” y “Écailles de lune – Part 2” fueron recibidos con entusiasmo, aunque en algunos momentos el sonido se vio ligeramente afectado por la cercanía del set de Electric Callboy, que se podía escuchar si uno prestaba atención.
Para ya dar punto final, decidimos ver a Till Lindeman en el Mainstage 01. Es complicado definir la línea entre la carrera solista del cantante de Rammstein y el dúo Lindemann que había formado junto a Peter Tägtgren, quien siempre aclaró que era una banda que simplemente llevaba su apellido y no un proyecto solista. Al principio tenía anotado que en Lindemann cantaba en inglés y en su carrera solista en alemán, pero después recordé que en F & M, el último disco de Lindemann, había vuelto al alemán, así que tal vez la diferencia esté simplemente en si Tägtgren está presente o no. Enfocándonos en el espectáculo en sí, no creo que haya mucho para decir sobre la presentación de Till Lindemann en el Hellfest. Obviamente pasaron muchas cosas, no vamos a hacer como que el alemán se hubiera quedado parado sin hacer nada durante una hora, sino que lo digo más por lo que hay que opinar: ciertamente fue un concierto solista de Lindemann. No soy muy fan de su carrera solista, y el hecho de que elija mantener lo hecho como solista separado de Rammstein tocando solo canciones solistas (o del dúo Lindemann) hace que se me dificulten las cosas. Desde el punto visual, todo tuvo el espectáculo que se espera de un artista tan visual, pero desde lo musical creo que no está a la altura de su leyenda. Incluso su cover de “Entre Dos Tierras” de Héroes del Silencio, por más prensa que haya generado, a pesar de que personalmente no me guste para nada su interpretación, no ayuda. A fin de cuentas, fue un show para fans de Lindemann y sólo para fans de Lindemann, quien busca ponerle toda la onda a su carrera solista, pero no tiene al resto de Rammstein, tanto en habilidades compositivas como en material, como para darle soporte.
El viernes 20 de junio, segundo día del Hellfest, comenzamos en el escenario Altar con Nervosa. Aunque la banda brasileña ha pasado por muchos cambios de integrantes, la actual formación, con mezcla de músicos brasileñas, griegas y neerlandesas (oficialmente con dos bajistas que se alternan), demuestra que Prika Amaral, guitarrista y ahora cantante, ha elegido bien a sus compañeras. Amaral domina los riffs thrash al estilo Slayer y su voz afilada encaja perfecto con la banda, mientras Helena Kotina la acompaña con fuerza en los riffs. Canciones como “Kill The Silence”, “Death!” y “Masked Betrayer” mostraron el poder en vivo de Nervosa, dejando buenas expectativas para esta nueva etapa desde Grecia.
Después de Nervosa, seguimos en el Altar para ver a 3 Inches of Blood, banda canadiense que tuvo su apogeo antes de mi época, pero que regresó tras separarse en 2015. Con un gran número “3” detrás, empezaron con “Fear On The Bridge (Upon The Boiling Sea I)”, con Justin Hagberg en voces podridas y luego Cam Pipes con su característica voz aguda y apariencia de veterano metalero canadiense. El show fue muy dinámico, con Ash Pearson impecable en la batería y la dupla de guitarristas Hagberg y Shane Clark mostrando riffs poderosos. Pipes incluso habló en francés al público antes de “Destroy The Orcs”, y cerraron con “The Goatriders Horde”, un broche explosivo para un gran show que mantuvo vivo el metal canadiense.
A las 18:30, en el Mainstage 01, llegó uno de los platos fuertes del día: The Cult. A pesar del calor sofocante y el sol brillante, los ingleses se mantuvieron fieles a su estética oscura y gótica, entregando un repertorio lleno de clásicos con riffs fuertes y directos. Ian Astbury sorprendió con su voz y energía, moviéndose por el escenario como si no tuviera más de 60 años, mientras Billy Duffy aportaba riffs con mucha fuerza y oscuridad. Tocaron temas como “Wild Flower”, “Rise”, “Rain” y cerraron con “Love Removal Machine”, confirmando que The Cult siempre ofrece una fiesta asegurada.
Sobre The Hu, la banda de folk metal mongola que ha ganado fama rápidamente, tengo ciertas dudas sobre su popularidad real en Mongolia y el ruido mediático que los rodea. Sin embargo, su mezcla de instrumentos tradicionales mongoles con rock y metal, junto a su canto gutural xöömej y su vestimenta típica, resulta llamativa. Aunque a veces parecían más ruido que sustancia, su show fue entretenido, con temas destacados como “Upright Destined Mongol” y la nueva “Chi Bishee”.
Para cerrar el día, regresamos al Altar para ver a las leyendas del thrash metal Exodus, que desataron una tormenta de riffs poderosos. A pesar de no ser mi cantante favorito, Rob Dukes mostró gran energía y los guitarristas Gary Holt y Lee Altus funcionaron como una máquina imparable de riffs. Me sorprendió que tocaran en un escenario más pequeño en vez del principal, donde merecerían estar por historia y nivel, pero eso también ayudó a que el pogo se desatara con temas como “Bonded By Blood”, “Blacklist” y “The Toxic Waltz”.
Tras las explosiones de thrash metal y folk metal mongol, cerramos nuestra segunda jornada del Hellfest con algo de sofisticación, de elegancia, con el set de Within Temptation. Los neerlandeses vienen ablandando la milanesa desde hace al menos década y media con su sonido, algo que parece ser el destino casi inevitable de casi toda banda de metal sinfónico con voz femenina principal que no sea Epica, pero la multitud que tenían enfrente era prueba de que algo deben estar haciendo bien con su carrera. Con su traje de bandera francesa, pintura en apoyo a Ucrania y máscara, Sharon den Adel salió al escenario entonando la inicial “We Go to War” de su último álbum Bleed Out, que debe ser de las que mejor muestra esta onda de metal de Eurovisión que vengo notando en su sonido. Pero más allá de consideraciones estéticas, el de Within Temptation fue un gran set, incluso para alguien que no es muy fan de los últimos 15 años de carrera de la banda: los coros melódicos, las guitarras pesadas de toque alternativo, las voces angelicales de Sharon y la escenografía… es interesante cómo todo esto convence más en vivo que en estudio, tal vez por la sobreproducción que suelen tener. Bien por ellos.
Nuestro tercer día en el Hellfest comenzó con una visita directa al Valley para ver a los ingleses Conan. Trajeron riffs tan pesados como el mismo universo y canciones lentas de sludge doom con atmósfera de fantasía épica, acorde a su nombre de guerrero bárbaro. Entre el fuerte olor a marihuana, disfrutamos de un set perfecto para un headbanging lento pero decidido. “Desolation Hexx” sonó más densa que el sol que nos alumbraba, con Jon Davis entregándose por completo en guitarra y voz, acompañado por Johnny King en batería y David Ryley en bajo, que formaron una base sólida como roca. Un gran show para acompañar con una buena cerveza y saborear ese metal clásico a medio tiempo.
Siguiendo con el clásico, tenía ganas de ver a los canadienses Spectral Wound en el Temple, y por suerte cumplí. Su presentación estuvo a la altura de las expectativas, con un quinteto que lleva el espíritu del black metal tradicional y el rock’n’roll en la sangre, sin necesidad de recurrir al blastbeat constante para generar oscuridad. Canciones como “Soul Destroying Black Debauchery”, “Less and Less Human, O Savage Spirit” y “Aristocratic Suicidal Black Metal” podrían asustar antes de escucharlos, pero en vivo fueron puros riffs y buenos momentos, pese al calor. Jonah Campbell es un gran cantante con voz podrida, y su sonido rockero es bienvenido en el black metal. Se merecen una escucha.
Mientras el sol seguía castigando sin piedad, decidimos meternos en el Valley para ver a Windhand, esos doomers estadounidenses que siempre parecen salir de entre las sombras con riffs que te arrastran como una marea lenta. La cosa arrancó con una introducción larguísima de acoples con Garrett Morris haciendo hablar a la guitarra mientras el resto se iba sumando. Cuando finalmente explotó “Old Evil”, ya no había vuelta atrás. Las guitarras graves de Morris y Leanne Martz, el bajo saturado de Tommy Hamilton y la batería espesa de Ryan Wolfe creaban una atmósfera densa, como si el aire mismo se volviera más pesado. Y en el centro de todo, la voz fantasmal de Dorthia Cottrell, que no necesitaba gritar para helarte la sangre. A pocos días de la despedida definitiva de Ozzy y Black Sabbath, fue reconfortante ver que esa tradición de riffs que arrastran los pies sigue viva. Un show hipnótico. Ojalá haya pronto nuevo material, porque siete años sin disco ya se hacen sentir.
De ahí fuimos al escenario Altar, donde The Ocean tenía todo listo para sumergirnos en otra clase de oscuridad. Si los riffs de Windhand eran como caminar en el barro, lo de los alemanes era más bien un derrumbe en cámara lenta. Apenas arrancaron, la influencia de Neurosis se hizo clarísima: canciones largas, cargadas, llenas de distorsión y tensión que se acumula como una tormenta que nunca termina de caer. Pero lo que flotaba en el aire era otra cosa: este iba a ser el último show con el cantante Loïc Rossetti y el guitarrista David Ramis Åhfeldt, además de haber perdido al baterista Paul Seidel hace apenas unos meses. Una despedida en silencio, sin grandes anuncios en escena, pero sabiendo que algo se cerraba. Robin Staps seguía ahí al frente, firme, pero no se podía evitar pensar en qué será de la banda de ahora en más. Ojalá lo que venga esté a la altura.
Después de tanta oscuridad, el Mainstage 01 nos ofrecía un cambio total de energía: Joe Satriani y Steve Vai, compartiendo escenario bajo el nombre SATCHVAI BAND (sí, todo en mayúsculas, como si gritaran desde el afiche). Nunca fui muy fanático de los guitar heroes ultra técnicos, pero había algo magnético en ver a estos dos monstruos pasarse solos como si fueran una pelota de fuego. Satriani sonreía, Vai hacía muecas con su Ibanez multibrazo. Detrás, Kenny Aronoff aporreaba la batería con precisión quirúrgica y Marco Mendoza manejaba el bajo como un veterano que ya ha visto todo. Tocaron de todo: clásicos como “Surfing With The Alien”, “Satch Boogie” y “For The Love Of God”, además de colaboraciones más nuevas como “I Wanna Play My Guitar”. Fue un show casi académico, pero con onda. Hasta para alguien como yo, que no se desvive por los solos, fue imposible no reconocer la calidad de lo que estaba pasando.
Ya con el cuerpo pidiendo tregua, hicimos dos últimas paradas antes de dar por cerrada la jornada, primero volviendo al Altar para ver a VOLA, los daneses que se mueven con naturalidad entre lo progresivo, lo alternativo y lo metalero. Me sigue sorprendiendo cómo lograron construirse un lugar sólido sin necesidad de caer en lo típico del prog metal. Suenan modernos, sí, pero también profundos. Arrancaron con “Stone Leader Falling Down”, y de ahí fue un viaje constante, con esos riffs duros y rítmicamente complejos, pero siempre con espacio para respirar. Los teclados le daban una textura única, y la voz de Asger Mygind, le sumaba un aire melancólico que contrastaba con la dureza de las guitarras. La aparición de Einar Solberg de Leprous para “Cannibal” fue un lujo inesperado.
Cerramos el tercer día del Hellfest con un plato fuerte. Un plato fuertísimo, diría, siendo que estaríamos viendo a nada menos que las leyendas Judas Priest. Créanme que sentía todo el entusiasmo del mundo, y por suerte los ingleses fueron todo lo que yo esperaba de ellos, o al menos casi todo: Rob Halford parece que no estaba al 100% con su voz y varias veces dejó el escenario, pero más allá de eso la presentación de Judas en el Hellfest 2025 fue el espectáculo que habría que esperarse de una banda con semejante legado detrás. Casi todo centrado en discos clásicos pero con un par de canciones de su último y espectacular Invincible Shield, pudimos escuchar himnos como “You’ve Got Another Thing Comin’”, “One Shot at Glory”, “A Touch of Evil” y obviamente “Painkiller”, cerrando con “Hell Bent for Leather” y “Living After Midnight”. Simplemente genial, con un sonido perfecto y para cerrar el día con una sonrisa.
El domingo 22 de junio, cuarto y último día del Hellfest, arrancamos yendo al Mainstage 02 para ver a Lorna Shore, que justo estaban comenzando su show. Recordaba que en el primer día había visto a Whitechapel, y eso me hizo pensar en la aceptación que ha logrado el deathcore en los últimos cinco años, o al menos ya no es una mala palabra tan fuerte. Ver a una multitud enorme lista para verlos fue esperanzador. Lo de Lorna Shore en vivo es tremendo, para decirlo simple: se puede criticar el uso de pistas orquestales de fondo, y muchos dicen que deberían usar un tecladista en vivo, pero la performance en el escenario es hipnótica. Andrew O’Connor y Adam De Micco, con su llamativa guitarra rosa y amarilla fluorescente, se sacaban chispas en riffs y solos, mientras Mike Yager y Austin Archey eran una base brutal en bajo y batería. Pero casi toda la atención estaba en Will Ramos, que mostró una variedad impresionante de gritos guturales, chillidos y pig squeals, como si un demonio se apoderara de él. Más impresionante aún, porque lo hacía canción tras canción en vivo, mientras agitaba al público y lanzaba frases en inglés y francés. El público estuvo prendidísimo desde el primer segundo, con un enorme circle pit demostrando habilidades karatecas en temas como “Sun//Eater”, “Cursed To Die” y “Oblivion”. Fue un espectáculo tanto de la banda como de su público, y sin duda uno de los mejores shows de esta edición del Hellfest.
Para bajar un poco las revoluciones, caminamos hacia el Mainstage 01 para ver a Eagles of Death Metal. “Bajar las revoluciones” es un decir, porque Jesse Hughes y compañía no son una ola de distorsión y guturales como Lorna Shore, pero tampoco una banda suave tipo The Eagles. Su hard rock garajero y blusero fue un buen contrapunto bajo el sol abrasador del domingo francés. Canciones como “I Only Want You”, “Cherry Cola” y “I Want You So Hard” hicieron pasar un buen rato, incluso estando junto a “I Love You All the Time”, dedicada a las víctimas del atentado de 2015 en la Sala Bataclan, un hecho tristemente asociado a la banda. Aun así, la vibra se mantuvo positiva con un show muy bueno.
En el Temple, vimos a The Kovenant. Los noruegos estaban dando una seguidilla estable de recitales después de casi quince años, tocando completo su segundo álbum Nexus Polaris. No sé cuánto hay de estrategia, pero pareciera ser una forma de reconectar con sus raíces blackmetaleras, tras haberse volcado al sonido industrial en los 2000. The Kovenant nunca tuvo buen currículum tocando su material viejo, pues en 2005 regrabaron su debut In Times Before the Light con su nuevo sonido industrial, pero en el Hellfest mantuvieron el sonido original que tanto quiere su público fiel. Lex Icon no tenía la voz al 100% en vivo, pero no incomodó realmente, y los teclados junto a los riffs melódicos compensaron con creces. “The Last Of Dragons” fue el mejor momento del show, sobre todo gracias a las voces femeninas de Sarah Jezebel Deva. Ojalá, cuando termine el homenaje a este disco especial, la banda pueda volver con material nuevo, que ya se está haciendo esperar.
Ya de noche, volvimos al Temple para cerrar no solo la jornada, sino también nuestra estadía en esta edición 2025 del Hellfest con Eisbrecher, los segundos grandes de la escena industrial alemana después de Rammstein, en mi opinión. Con una atmósfera helada, tras la intro “Minus 90 Grad”, Eisbrecher desató la fiesta con “Everything is Wunderbar” y “Himmel, Arsch und Zwirn”, marcadas por la voz profunda de su cantante Alexx Wesselsky, capitán de la banda durante toda la presentación. Las guitarras metaleras se combinaron perfectamente con los teclados, y Alexx se tomó el tiempo para dedicar algunas palabras en francés al público. Eisbrecher ofrecieron un espectáculo de lujo en las aguas complicadas del Hellfest. Ojalá hubiéramos podido cerrar ahí, pero nos quedaba una banda más en la lista de obligados. Y obligados fuimos a ver a Falling In Reverse, énfasis en la obligación.
Creo que hay pocos músicos donde su nivel altísimo de imbecilidad y su nivel diminuto de valor musical estén tan alejados uno del otro como es el caso de Ronnie Radke. Imaginen mezclar lo peor del pop punk y la clase de hip hop que daría vergüenza ajena incluso en los peores momentos del 2013 y tendrán a Falling In Reverse, que a esta altura es sinónimo de Radke considerando que cambia de integrantes con la misma frecuencia con la que respira. ¿Qué tiene Radke que no se pueda obtener de más y mejor manera de cualquier otro artista? Nada. Es un cantante insoportable, mal rapero, las guitarras suenan genéricas, sus letras tratan de ser controversiales y sólo dan vergüenza ajena y su actuación fue infumable, todo esto definió el final de nuestra estadía en el Hellfest a cargo de este ser.
Tal vez no llegamos a ver todos los shows que teníamos en mente, pero queda clarísimo que el Hellfest brinda una oferta impresionante y variada en todo momento. Esperamos que el año que viene eso siga igual, y si el clima da un respiro del calor, mucho mejor. ¡Gracias totales a toda la organización!
Por Priscila Boisguerin
PH: Paul Bouaziz