
Hay ocasiones en las que se siente que algo llega a destino. No por magia ni por suerte, sino porque hubo laburo, constancia y una convicción tan fuerte que no dejó lugar a otro resultado. Lo de Chowy Fernández en Niceto el 30 de octubre fue exactamente eso: el símbolo de un camino que se construyó armando redes, sosteniendo la escena y, finalmente, esta vez colocándose al frente y centro del escenario.
Dos bandas cumplieron el rol de soportes: abriendo con un sonido rápido, oscuro y denso, se presentó Disomnia, una banda de death metal nacida en Buenos Aires con influencias de Thy Art is Murder y Rivers of Nihil, y conformada por Guillermo Lucas, Leonel Di Stefano, Kevin Zubiaurre y Gerónimo Granara. Continuando, subió Pleia, una banda que reúne a Nazareth Calmen, Henry Luengo y Carlos Delmoral en un proyecto inspirado por su propia herencia y que se mueve entre el rock, el metal y el jazz.
Esperando el comienzo, se notaba que el público, una mezcla de colegas, fans, músicos que vinieron a bancar y hasta estudiantes del guitarrista, traía esa energía particular que surge cuando todos saben lo que está en juego y lo que se celebra. No era una presentación más: era ver a alguien que se ganó su lugar sin vender humo, demostrando que la técnica coexiste con el sentimiento.
Del progresivo a la crudeza, la banda recorrió su propio terreno con riffs pesados, solos de guitarra espectaculares y teclados que trajeron un poco de ese sonido prog clásico. Entre lo complejo, lo pesado y lo más directo, todo al mismo tiempo, temas como “Akenaton” y “La Muerte del Robot” mostraron una mezcla intensa de complejidad y fuerza, mientras que “Terminal 0” alcanzó otra dimensión en vivo, más envolvente y potente de lo que uno podría esperar escuchándola en estudio.
Con la advertencia de ‘ahora sí me van a ver desnudo’, con “Mis Demonios” se bajaron las revoluciones y se mostró otra cara de Chowy: la del tipo que no se esconde atrás del virtuosismo. Una balada sincera, con un fraseo vocal que no busca lucirse sino decir. El público bajó un cambio; se entendió que ahí se cantaba más desde lo personal que desde lo musical.
Gracias al nivel de complicidad y ejecución, uno de los momentos más potentes fue el cover de “Nuclear Baseball Bat” de Kevin Suter, donde Ale Stückner, socio musical y con quien Chowy ha masterizado su trabajo, subió al escenario.
La lista siguió alternando entre temas propios y guiños a su historia. Y para hacer honor a esa consigna, otro de los invitados fue Corvex para hacer “Cansado estoy” de V8 potenciando los coros que recordaron el aniversario del fallecimiento de Ricardo Iorio. Liderado por las palabras introductorias del ex Carajo y actual Arde la Sangre, se dio un instante sin pose de cruce de generaciones que se identifican en la misma lucha para mantener esta trama cultural viva y tan bastardeada por la política actual.
“¿Qué me preguntan siempre?” recordó Chowy entre risas y para responder a esa inquietud no pudo faltar “Punky”, tema de la banda “Barro”, uno de sus proyectos más conocidos y que más rápido ha podido construir una base de seguidores diversos, pero esta vez acompañado por Valentín Martinez, cantante de Pronoia (otra de las bandas de Chowy), Orquesta de Diablos y Natalia Natalia.
Lo que más sorprende en vivo es cómo el grupo suena a equipo, no a solista con acompañantes. En el bajo está Agustín Rossi, Nicolás Pons en teclados y Ezequiel Courvoisier en batería. Algo que sin dudas distingue a Chowy Fernández es su capacidad de armar colectivos: alrededor suyo orbitan músicos de distintos palos, y todos hablan de él con respeto genuino.
Mezclando años de ruta, nostalgia y presente, al final todo fue músculo, oficio y corazón en partes iguales. Los temas se encadenaron sin respiro y en la sucesión de “Autómata” o “Dectronia” el público respondió con pogos, aplausos y fiesta. Más allá de los solos, los arreglos y la precisión, lo que quedó flotando fue otra cosa: no se trató de demostrar que sabe tocar más rápido que nadie, eso ya lo sabíamos, o de la potencia del metal cuando se mezcla con lo progresivo, sino de mostrar que él logra conmover con ser completamente auténtico.
Una noche de metal, seguro, pero también de afecto. Ver a un músico que hizo camino por abajo, sin sobreactuar nada. Hoy puede llenar Niceto con su propio proyecto, sabiendo que lo que suena ahí es puro él, sin dejar de reconocer que fue construido en comunidad.
Por Sofía Alvarez
PH: RTS






