
Últimamente contamos con la suerte de ver seguido a artistas importantes en Argentina, ya sea por giras o porque simplemente les gusta nuestro país y el público en sí. Uno de esos casos viene siendo el de Michale Graves quien volvió a nuestro país en este mes para dar un show en vivo en Groove y otro, al día siguiente, el lunes tres de noviembre, en Club Cultural Bula. Voy a contarles sobre este segundo show que se trató de un acústico en un espacio íntimo y tranquilo en donde interpretó canciones tanto de Misfits cómo de su era solista solo con su guitarra. Definitivamente, se esperaba un show diferente a lo que ya conocíamos de Graves y lo fue por demás.
Cerca de las 20:00 horas se subió Lucho Hit encargado de abrir la velada de un Bula que de a poco se llenaba de gente bien pegada al escenario para ver de cerca el acto principal. Un setlist con covers cómo “Poison Heart”, “Enjoy The Silence” y “Island In The Sun” incentivo a que todos canten y calienten la garganta. Entre saludos, agradecimientos y fotos se cerró el primer acto de la noche.
Acomodando una silla, un pie de micrófono y demás detalles a eso de las 21:10 hs vimos bajar las escaleras a un tipo con sombrero negro. Parecía un cowboy, pero era Michale Graves quien saludo, tomo asiento y empezó a interpretar las canciones. Si bien había una lista de temas que seguir, Graves se guio por lo que sintió en el momento, inició con “Vagabond” , “I Believe” y “Blackbird” y siguió con algunos clásicos de clásicos cómo “Shining” y “Descending Angel”.
El sonido era ideal, más allá de que el show no implica estar en tanto detalle, el sótano de Bula se caracteriza por tener un escenario bajo que sirvió para que este show que este casi a nuestra altura. Logicamente, Graves toco sentado, pero entre tema y tema el público le pedió se ponga de pie y continúe su set de esta manera. Graves dijo que le era incomodo hacerlo de esa manera y retruco con una mejor idea: invitó a toda la gente a subir al escenario y sentarse alrededor de él cómo si fuese un fogón. Entre confusión y euforia, nos acomodamos como pudimos alrededor de él que nos miró con una sonrisa y continuó el set con canciones que forman parte de su etapa solista: “Lucifer I am”, “Best of Me” y “Boxcar Headed East” y algunas otras más de Misfits como “Fiend Club”, “Dig Up Her Bones”, “Scream!” y “Saturday Night”.
A la mitad del show hubo problemas con la guitarra por lo que Michale aprovechó para responder preguntas y recibir presentes y muestras de cariño. Incluso escuchó a los pedidos y sonó “Ophelia” que entre risas y nervios al intentar recordar los acordes, sacó a flote una hermosa versión de la canción. A esa altura de la noche el recital ya era como estar en una juntada con un amigo al que no ves por mucho tiempo y elige contarte un poco de su vida. En este caso, a través de su música, agradeciendo que estemos ahí con él. Esto también sirve para ver que es posible bajarlo de ese lugar de famoso y darse cuenta que después de todo es uno más que junto a nosotros resiste hoy. Para cerrar la noche (la cual parecía no tener fin) pasaron “Casket”, “Train To The End Of The World”, “Fiend Without a Face”, “Die Monster Die” y “Dust To Dust”. Si era por él, la cosa seguía, pero le dijeron que quedaba tiempo para un tema más, por lo que afino la guitarra y dio un breve discurso sobre no estar solo, de no bajar los brazos. Inmediatamente, sonó “Newsong” siendo, quizá, el momento más alto y emotivo de la noche, por la fuerza de la letra y por la interpretación de Michale. Después de esto el músico dio las gracias y saludo a una fan que rompió en llanto al escuchar el tema dejando claro que la velada estuvo cargada de emociones a flor de piel, todo por un hombre y su guitarra.
Luces prendidas, alegría, confusión y muchas otras cosas pasaron cuando Michale Graves dejó el escenario. Rápido subió la escalera despidiéndose a la pasada, todo mundo miraba a su alrededor cómo perdidos o tal vez extasiados, no lo estoy seguro. Si sé que esta fue una experiencia distinta a la que el ex Misfits nos tiene acostumbrados, pero que conocíamos y por ahí no pensamos verla nunca de primera mano. Algunos esperaron una oportunidad de foto o al menos una palabra de agradecimiento y aunque la misma se escapo, pudimos ver lo bello de lo simple, supimos entender los sentimientos en la música y más importante, supimos lo que es llorar un lunes por la noche.
Por Fernando Gonzalez
PH: Martes Rubi
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