EL ETERNO RETORNO. Michale Graves – Groove (02/11/2025)

Michale Graves volvió a Buenos Aires y ya nadie se sorprende, es un visitante habitual. Lo que sí sigue llamando la atención es la convocatoria. El domingo, Groove volvió a llenarse por un público que mezcla punks curtidos, fans de Misfits de varias generaciones y un recambio joven que se sigue pintando la cara con el mismo entusiasmo que lo hacían otros hace décadas. La frecuencia con la que Graves pisa el país no desgasta el interés, porque su figura condensa algo que acá funciona: un cruce entre la devoción por lo clásico, el culto al terror y una teatralidad que nunca pierde humor.

La noche arrancó temprano con una seguidilla de bandas locales. Horror Inc. abrió con un set breve, pero lleno de la emoción de compartir escenario con quien los inspiró a formar la banda. Luego siguió Cobra Sarli, que desplegó toda su actitud con temas como “Me Querés (Cambiar)” y “El llamado de la oscuridad”. Con un sonido algo saturado, pero una entrega total, confirmaron por qué son una de las propuestas más sólidas del punk’n’roll actual, además de celebrar que las mujeres siguen ganando un espacio clave dentro de una escena históricamente masculina. El cierre del bloque telonero quedó en manos de Gatos Sucios, veteranos de más de tres décadas de punk rock nacional, que trajeron clásicos de su trayectoria con “Locura General”, “Hipócrita” y “Calesita del vicio”. Entre sarcasmo y risa, quizás también marcando distancia con la polémica que acompañó a Graves hace un tiempo, el frontman Diego Ortiz se despidió levantando el brazo y repudiando: ‘Nos vamos yendo ahora que el pelado supremacista está por subir al escenario. Esto es el mal, que Dios los cuide a todos’.

Hablar de Misfits es hablar de uno de los fenómenos más singulares del punk. Fueron quienes contribuyeron a darle un cuerpo visual, cinematográfico y conceptual al género. Con su mezcla de punk, melodías y una estética inspirada en el cine de terror, crearon un universo. Su iconografía, el logo del “Crimson Ghost”, los peinados imposibles, y las letras llenas de referencias clase B moldearon generaciones enteras y se volvieron un lenguaje propio dentro del rock. Misfits no solo definió un sonido, sino una actitud de abrazar lo monstruoso con orgullo y convertirlo en identidad.

Michale Graves llegó a Misfits para romper con la tradición de Glenn Danzig y su incorporación redefinió por completo el sonido del grupo y le dio una nueva etapa de popularidad. Con los discos que interpreta en esta gira, American Psycho (1997) y Famous Monsters (1999) en su totalidad, Graves y la banda abrieron las puertas del horror punk masivamente. Aunque el  paso por la banda fue breve, su marca quedó indeleble. Verlo hoy es asistir a una especie de autocelebración consciente. Graves no intenta disimular que lo suyo es una relectura de un momento específico. En lugar de buscar relevancia contemporánea, refuerza la idea de que su paso por Misfits siempre funcionó como un espacio simbólico donde muchos encontraron pertenencia y libertad para jugar con sus propias rarezas.

Para cuando se apagaron las luces y sonó “Abominable Dr. Phibes”, la emoción ya estaba presente. Graves apareció caracterizado, siempre entre lo grotesco y lo lúdico, y desató la euforia con “American Psycho”. El setlist fue extenso, incluso para sus estándares. Entre clásicos como “Dig Up Her Bones”, “Scream!”, “Dust to Dust” y “Saturday Night”, se colaron temas de su carrera solista, que aportan matices, pero no cambiaron el eje. Todo gira alrededor del universo Misfits, y Graves lo sabe. En lugar de esquivarlo, lo explota con naturalidad. Baila, agradece, baja del escenario, abraza a la gente. Todo se da en pura cercanía.

El público argentino, por su parte, mantiene con Graves un vínculo que trasciende la nostalgia. No se trata solo de revivir una época, sino de volver a una estética compartida: el cómic, el terror, la exageración. En el pogo, mientras suenan temas como “Hybrid Moments” o “Helena”, conviven disfraces, maquillajes y generaciones distintas, todas sabiendo que lo que se celebra no es la oscuridad sino la pertenencia. 

Uno de los momentos más comentados llegó con su versión de “What a Wonderful World”, en homenaje a Joey Ramone y su cover de Louis Armstrong, antes del cierre con “War Pigs”, dedicada a Ozzy Osbourne. Ambos guiños mostraron que Graves entiende su rol: un mediador entre mundos. Punk, metal, teatralidad y cultura pop conviven sin jerarquías. No hay dogma, hay espectáculo.

Lejos de una gira conmemorativa, Graves logra algo distinto, convierte la repetición en un acto performático. Cada show suyo en Argentina es, al mismo tiempo, igual y diferente. Reiterado en repertorio, singular en lectura. No promete novedades, garantiza continuidad. Su presencia escénica combina lo macabro y lo empático: un monstruo que se sabe personaje y que, justamente por eso, genera esos puntos de encuentro.

El show de Groove no fue el más grande ni el más sorprendente que haya dado acá, pero sí dejó en claro algo: lo que propone Graves es, más que un recital, una forma de comunidad. Un ámbito donde se puede ser exagerado, melodramático y feliz a la vez. Y eso, dentro del universo siempre cambiante del punk, ya es una rareza.

Por Sofia Alvarez
PH: Cuervo Deth

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