
Desde Alemania llegó Kanonenfieber, una banda de blackened death formada en 2020 con el concepto de relatar historias sobre la primera guerra mundial. La mente detrás de todo es el cantante Noise de quien solo se sabe su nombre dado que salea a tocar con con el rostro cubierto en referencia a la tumba del soldado desconocido: un monumento que recuerda a militares caídos en combate cuyos restos no fueron identificados. La cita se dio el pasado 04 de diciembre en El Teatrito en el marco de su Soldatenschicksale Tour, y que tuvo de invitado al grupo nacional Rhaug. En ese jueves de diciembre el calor que se sentía era el calor de la batalla que nos traían los teutones.
Entre el público pudimos ver algunos cascos pickelhaube típicos de la primera guerra mundial similares a los que usa la banda en vivo. Para eso de las 20:00 horas, Rhaug salió a escena a dar inicio a la velada y presento un set un poco más largo del habitual al ser los únicos teloneros de la noche con un sonido bien definido además de climas muy bien ejecutados para un arranque a la altura de nuestra escena de black metal local. Mientras se esperaba por el acto principal, música típica del 1900 sonaba de fondo. Una propuesta totalmente inmersiva. Cuando se abrió el telón en total oscuridad aparecieron cinco figuras, cinco soldados anónimos que contarían unas historias sobre la guerra real y sobre las guerras internas de cada uno.
La batalla inició con “Menschenmühle” en la que el grupo de soldados comandados por el general Noise grito por su patria y dejo en claro que en la guerra nadie gana, todos pierden algo: la vida, el alma o la humanidad. Desde el inicio el sonido estuvo muy bien equilibrado; sonó como tenía que sonar con instrumentos y voces distinguindas para el público que invadió El Teatrito. Llegó el relato de las tropas de asalto con “Sturmtrupp” para conocer la lucha por la supervivencia mientras poco a poco son sitiados por el enemigo.
Entre canciones, la banda se retiraba por breves instantes ya sea para hidratarse o para ir cambiando el outfit. El invierno y la navidad no son lo mismo para nadie en el frente de batalla, el frío condiciona mucho más que cualquier enemigo. La ausencia de los que más queremos y extrañamos hace que hasta lo más simple cómo una reunión familiar sea un recuerdo que quizá nunca se vaya a volver a tener. Prueba de todo ello son “Der Füsilier 1” y “Grabenlieder” donde el villancico es en una trinchera y el regalo es sobrevivir a los disparos. Quizá el momento más alto de la noche fue cuando el descenso a la locura de un soldado representado en “Der Maulwurf” narro su experiencia en un túnel y con pala en mano, escuchaba las explosiones en el campo de batalla rogando ser él mismo quien pueda poner fin a su vida.
Mención aparte para Hans (baterista) que hace un tremendo en vivo ejecutando ritmos y tempos únicos que se complementan con las guitarras de Krause y Sickfried, además del bajo de Gunnar, quien también pone sus coros para ayudar a Noise para generar un sonido poderoso, visceral y crudo.
Los tanques cesaron con “Panzer Henker” y después de un breve descanso aparecieron cuatro marinos y el capitán de un submarino para contar su batalla en la tormenta contra los ingleses en “Kampf und Sturm”. El combate en altamar siguió con “Z-Vor!” y la esperanza final concluyó con “Die Havarie” donde la tripulación del submarino opta como solución cerrar la escotilla de su tumba de hierro tal cómo dice la canción. Parecía una velada que no terminaría jamás, ya que cada tema tuvo su momento, su emoción y el sentimiento que se encargó de trasmitir la banda, pero la elegida para el cierre definitivo fue “Ausblutungsschlacht” con Noise con una máscara de calavera, cómo si de la misma muerte se tratara, repasando el conflicto más largo de la primera guerra mundial: la batalla de Verdún. Esa batella donde más allá de lo largo del combate se entreve la frialdad del humano y el poco interés por la vida, que queda plasmada en cada frase de la canción junto con acordes que sentencian una muerte segura y sin reconocimiento.
En escena, una banda inmóvil, estática que sólo mira al frente sin decir palabra, más solo una breve reverencia para despedirse del público presente que no paró de aplaudir y gritar mientras sonaba el acorde final y el show en Argentina llegaba a su fin. Quizás, una de las sorpresas del año quizá, tanto por lo sonoro cómo por lo teatral. Cinco hombres se encargaron de recordar a aquellos que no tuvieron voces, que fueron solo un momento en algo que no trae más que tristeza. Tal vez las armas se guardaron y la guerra terminó, pero para estos soldados el recuerdo de todo eso sigue vivo y es por eso que eligen contar esas historias para recordar que solo muere aquel que se olvida y Kanonenfieber decide inmortalizar la historia a través de un lenguaje que no conoce barreras, la música.
Por Fernando Gonzalez
PH: Cuervo Deth
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