Y se vino la segunda nomás. La primera fue el viernes 3 de abril de 2009 en The End, a escasas cuatro cuadras de distancia de El Teatro de Flores, donde los de Åkerfeldt se presentaron el día de ayer.
Las puertas de El Teatro abrieron cerca de las 19:30, por lo que muchos (me incluyo) tuvimos que aguardar cerca de dos horas para entrar. Generalmente, las puertas se abren a las 18, pero como solo una banda local amenizaría la velada previo al show de Opeth, la cosa se demoró. Originalmente, iban a ser cuatro las bandas soporte (Rawbox, Dham, Frater y Presto Vivace) pero, según trascendió, el management de Opeth solo autorizó una. y esta única banda local fue nada más ni nada menos quePresto Vivace, gran banda argentina compuesta por virtuosos que no solo gastan sus instrumentos en escena sino que además tienen un gusto excelente. Y una técnica pocas veces vista (y escuchada). La banda forma con Marcelo Pérez Schneider en bajo (un músico excepcional, realmente da gusto verlo), Agustín Pinto en guitarra (otro gran elemento de Presto Vivace), Despa en voz (lo que canta este muchacho no tiene nombre) y Maximiliano Posada en batería. Para aquellos no familiarizados con los progresivos argentinos, hacen lo suyo desde 1994 y cuentan con dos discos de estudio («Utopías Color Esmeralda» de 2000 y «The Enigma Of The Parable» de 2007), dos EPs («Circulos Sin Centro» de 1995 y «Laberintos Hacia El Vacío» de 1997), un compilado («9597» de 1998) y el DVD en vivo «Ascención Progresiva», editado en 2011. Los Presto comenzaron sonando mal pero en muy poco tiempo, el encargado de las perillas en consola acomodó todo para que los presentes degustemos el set, cuya duración fue de casi cuarenta minutos.
Dance, motherfucker… dance!
Días antes del gran show gran, me confirmaron que Opeth comenzaría a las 21:30, pero a las 20:55 se apagaron las luces y los protagonistas fueron apareciendo. Y sin comerla ni beberla, comenzó el show de la mano del primer corte de «Heritage», último registro discográfico de los suecos, es decir «The Devil’s Orchard». El sonido fue muy bueno desde el principio, factor que dejó boquiabierto a más de uno porque el sonido en El Teatro es errático. Un día suena bien. Otro día suena mal. Y a veces, suena muy mal. Lo de ayer fue inmejorable. De hecho, me animo a decir que nunca escuché tan pero tan bien una banda en vivo en dicho recinto. El segundo tema de la noche fue «I Feel The Dark», también correspondiente a «Heritage». Y luego fueron sucediéndose temas pertenecientes a toda la discografía de Opeth, por lo menos de siete de sus diez discos de estudio. Para ser más preciso, fueron cinco de «Heritage» (la excusa de la banda para visitarnos), dos de «Watershed», uno de «Blackwater Park», también uno de«Damnation», otro de «Deliverance», otro de «Ghost Reveries» y también uno de «Still Life». Como se habrán dado cuenta, hubo momentos para que Åkerfeldt pudra su voz sin igual. Recordemos que hace poco tiempo atrás, el sueco confesó que no podía seguir desarrollándose como cantante en la medida que siga pudriendo su voz. No obstante, su público adora sus grunts, por lo que si bien el show de anoche contó con un repertorio limpio, hubo oportunidad para esa bendita voz propia del death metal que tanto estremece. Intactas ambas voces. La limpia. Y la podrida.
Vamos a los músicos. Fredrik Åkesson es un tipo frío, calculador. Y muy perfeccionista. Siempre cuidando que las notas, efectos y golpes sean los correctos. Joakim Svalberg (ex-Yngwie Malmsteen y sesionista en Tiamat), perfecto reemplazo de Per Wiberg, otrora tecladista de Opeth, quien abandonó la formación en 2011. Martin Axenrot. Qué músico. Muy completo. Capaz de pasar del más suave pasaje, ejecutado con escobillas, al death metal más violento, dándole sin parar a su bombo. El uruguayo Martín Méndez. Otro gran elemento, responsable casi principal de las bases únicas de Opeth. Un jugador distinto. Un bajista del carajo. Y un tipazo. Sus dos únicas palabras («aguante Argentina») se ganaron una de las ovaciones más grandes de la noche. Y Mikael Åkerfeldt. Otro Señor Músico. Y un frontman de esos que hoy no se encuentran. Por lo menos tan fácilmente. El tipo hace chistes entre tema y tema, siempre con una paz y tranquilidad realmente envidiable; toca su guitarra como los dioses y sin priorizar nunca ninguna de sus funciones, es decir que canta fenomenalmente al mismo tiempo que toca su guitarra de igual manera. De nuevo, un Señor Músico.
Nuevamente, el público feliz. Y los protagonistas también. Ojalá lo de anoche afiance la relación con la banda. Para que nunca dejen de venir. Música en su máximo esplendor, gente.
Galería de Fotos:
Cobertura: Diego Almeyra
Fotografias: Victor Guagnini
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