Hacer Heavy Metal en Argentina sabemos, no es tarea sencilla. Pero hacer música instrumental carga con una mochila aún más pesada, porque, seamos sinceros, estamos acostumbrados a escuchar una voz en cada canción. Pero al señor Walter Berterame esto no le importó demasiado decidió jugársela y demostrar sus dotes como guitarrista en «Forza Nova», su álbum debut.

Si sos de los míos, que solo sabe que una guitarra es un instrumento de 6 cuerdas, éste es un cd que tenes que darle una oída, porque en cada canción vas a encontrar arreglos y ritmos que son fáciles de escuchar y no hay temas de relleno o diez minutos que pequen de aburridos. Además tiene la virtud de atrapar la atención de quien lo escucha como el tema que da nombre a la placa, con estilo a metal neoclásico contundente y sin vueltas. «Black Jack Night» por su lado, tiene ese color a Joe Satriani divertido y juguetón que cierra con teclados a lo Deep Purple. En «Celestial» la velocidad baja un poco para darle prioridad a las melodías y aparece como invitada la señorita Carina Alfie, la guitar hero más conocida de la escena. «Gods of Olympus» me generó la imagen de estar sentado en un bar porteño tomando unos tragos para aguantar el crudo invierno, lo que me llevó también a reflexionar que son pocos los temas que me hicieron viajar a través del sonido.

Otro guitarrista sobresaliente impregna de virtuosismo este disco, Pablo Soler rasga las cuerdas y acelera la marcha en «Burning Riders». «Osiris» es para mí el tema más llamativo, porque los músicos fusionan los elementos del rock con los sonidos típicos del milenario Egipto con un resultado sobresaliente.

Walter Berterame hizo un trabajo excelente en este primer paso y los laureles también son para el resto de banda que crearon las bases necesarias para que el esqueleto no se caiga y mantenga la firmeza, ellos son Julián Santos (bajo), Oscar Luna (teclados), Martin Gómez y Matías Sala, los dos últimos se reparten las baterías en diferentes canciones. Son momentos como éste en donde uno da las gracias de saber que en el mundo hay personas que aman un instrumento y lo comparten con el resto de los mortales que nos lamentamos de no haber seguido con las clases de guitarra en el barrio.